Un Valencia serio, digno y valiente dejó pasar una oportunidad dorada ante el Atlético, al que llegó a dominar, someter y hasta marcarle dos goles. Un derroche de trabajo insuficiente, con goles de Gameiuro y Parejo, ante la contundente eficacia del Atlético, letal en los centros laterales, y que se llevó un triunfo que supone un revés para el equipo de Marcelino en su lucha por ser cuarto y entrar en Champions.

Se conocen tanto, se tienen tan estudiados y disponen de un andamiaje táctico tan parecido, con la paciencia defensiva y el contragolpe como banderas, que tanto el Atlético como el Valencia ptresuponían un partido de lenta maduración. Así habían transcurrido los tres precedentes entre Simeone y Marcelino. Pero esta vez no hubo una partida de ajedrez con relojes de arena. Pero el partido previsto saltó por el aire a las primeras de cambio, con tres aproximaciones incisivas de Lemar ante un Valencia confiado en un repliegue excesivo, defendiendo demasiado cerca de Neto. Guedes perdió la pelota en el centro del campo y no siguió la carrera de Juanfran, mientras por la izquierda Lemar y Griezmann combinaban en el borde del área. La pelota llegó a Juanfran, que mandó un centro enroscado al segundo palo, empujado a la red por Morata. Llovía con insistencia en el Wanda Metropolitano y Marcelino se ocultaba en el banquillo, con el gesto torcido ante el gris panorama que tomaba el partido.

El gol en contra era un castigo a la actitud contemplativa y empujó al Valencia hacia el ataque. El Atleti se atrincheró en defensa y Oblak, tan infalible, emitía señales nerviosas con defectuosos despejes en el pie. Los valencianistas, con Daniel Parejo Muñoz ganando personalidad, pasaron de manejar la posesión con paciencia a atacar posicionalmente con pocos toques y desbordar la línea defensiva del Atlético, con Gayà animando la fiesta con irrupciones por sorpresa y Santi Mina venciendo todos los duelos. En la primera tentativa a Guedes le sobró un recorte. En la segunda, Carlos Soler entregó de primeras, sin dejarla caer, a Santi Mina. El gallego, que siempre resurge y se burla de las etiquetas, se quitó de encima a todo un cacique como Godín, con un sombrerito, y aguantó a Savic para dejarle el gol hecho a Gameiro, tan feliz por el tanto que casi se le olvida la convención buenista de no celebrar el gol ante su exequipo.

El fútbol es de los valientes, parecía ser la apresurada moraleja del partido. Tras el paso por el vestuario, el Valencia siguió instalado en campo contrario, con atrevimiento y mando, pero el Atlético replicó muy pronto con el 2-1. En otro centro lateral, Lemar, superior a Wass, mandó al segundo palo donde Griezmann le comió la tostada a Gayà. El segundo tanto no desajustó los planes de un Valencia optimista, convencido de que iba a poder pelear todavía el resultado. Marcelino retiró a Guedes, en un cambio poco popular, con necesidad de remontar y colocando en su lugar a Sobrino, inédito desde hace semanas, (además, fue el único jugador de refresco). Al instante casi llega el segundo empate, con un delicioso pase filtrado de Gameiro a Soler, que definió con rabia, pero Oblak reaccionó como un felino. Simeone, desconfiado, fortificó la medular con Thomas por Lemar.

Griezmann amagaba con contras, pero no había otra que asumir riesgos y cada desborde de Gameiro invitaba a la esperanza. Un disparo del delantero francés rebotó en el brazo, instintivamente desplegado, de Saúl. El VAR aclaró las pocas dudas. Era un partido, decíamos, de valientes. Parejo venía de fallar dos penaltis y tenía enfrente a Oblak, pero asumió la responsabilidad y disparó sin contemplaciones, ajustándose a los cánones clásicos.

No llegó a paladear siquiera el Valencia la igualada. Correa, con un disparo calcado al del partido del año pasado, sorprendió a Neto con un latigazo lejano en el 82. Un mazazo, tanto por la injusticia del marcador, pero sobre todo por las repercusiones en los objetivos de Champions. Quedan 12 puntos.