La final de la Liga Europa que se disputa hoy, en Bakú (Azerbaiyán), entre Chelsea y Arsenal, servirá para que uno de los dos dé su temporada como buena y el otro solo como aceptable, estando previamente marcado el partido por la ausencia de Henrik Mkhitaryan por motivos políticos y de seguridad.

El que más presión tiene para hacerse con este título europeo es el Arsenal de Unai Emery, que además se juega la clasificación a la Liga de Campeones del año que viene, un privilegio que ya logró el Chelsea a través de la Premier. Emery se juega su cuarto título de Liga Europa, nada menos, tras sumar 3 con el Sevilla (2014, 2015 y 2016).

Los de Emery no cumplieron con el objetivo del inicio de temporada de terminar entre los cuatro primeros en la liga inglesa, y ahora se lo jugarán todo a una carta, porque supone la obligación de levantar un trofeo. Aunque en su camino a la final ni siquiera el Valencia les puso en problemas, y el Arsenal goleó en la ida y la vuelta para ganarse su billete a Bakú.

También tuvo un camino plácido el Chelsea, que sabía que esta competición era una prioridad y lo aprovechó. En su grupo no cedió ni una sola derrota ante el Mol Vidi, el Paok de Salónica y el Bate Borisov, antes de pasar fácil ante el Malmoe en dieciseisavos. Dinamo de Kiev y Slavia de Praga fueron sus víctimas hacia semifinales, donde el Eintracht de Frankfurt fue el obstáculo más complicado, teniendo que recurrir a los penaltis para pasar a la final.

Con ambos equipos ingleses en la final, todo lo que rodea a Bakú está cargado de polémica. Desde el lío con las entradas, con la UEFA entregando 6.000 a cada equipo en un estadio con capacidad para 68.000, hasta la ausencia de Mkhitaryan por motivos políticos y de seguridad. Pese a que la UEFA señaló que el futbolista no tendría problemas en disputar el encuentro, Mkhitaryan decidió no viajar. Sabía lo que le esperaba. Ayer, policías de Azerbaiyán retuvieron e identificaron a un par de aficionados del Arsenal que lucían la camiseta del futbolista armenio.