El 2-0 encajado en Riazor, en el primer asalto de la final del ascenso a Primera, resignó a la cúpula inversora del Mallorca. El máximo accionista Bob Sarver regresó a Arizona antes de que se jugase la vuelta en Son Moix e, incluso, no se había previsto un detalle esencial en toda fiesta futbolera, como la confección de camisetas conmemorativas. Muchos creían que el Deportivo sería quién volvería a la élite, a excepción de Vicente Moreno Peris (Massanassa, 1974). El técnico valenciano de los bermellones estaba convencido de que se podía remontar la eliminatoria. E incluso confesó a su círculo íntimo cómo se iba a dar el partido. Sería un 3-0 y el último gol, el de la gloria final, lo iba a anotar Abdón Prats saliendo desde el banquillo. Si bien al delantero balear no le sentó bien su ausencia en la titularidad, el plan se ejecutó a la perfección en el minuto 82.

Moreno sabía lo que iba a pasar. Suele suceder en los entrenadores que, como el exjugador del Mestalla, reúnen una mezcla ganadora: la confianza ciega en sus propias posibilidades, junto a una tenacidad en el trabajo tan tenaz que empuja al resto de estamentos del club a seguir su estela. Desde esa base, el fútbol ha saldado las deudas que le debía a Moreno, técnico que con solo 44 años ya ha labrado una base sólida en su carrera. En seis años de carrera, desde que pasase de ser el capitán de un Xerez en grave crisis a convertirse en su entrenador, las prestaciones de Moreno son soberbias. Así es el manual perfecto de un entrenador emergente: cinco promociones en seis años. En 2013 cogió las riendas del Nàstic de Tarragona en Segunda B. Ese mismo año, solo una trágica y polémica prórroga ante el Llagostera evitó el ascenso. Repitió «play off» con los tarraconenses en la temporada siguiente, y sí certificó el ascenso a Segunda. Doce meses después, en la temporada 15-16, llevaba al Nàstic a las puertas de Primera, cayendo en la semifinal de la promoción frente a Osasuna.

En la campaña 17-18 aceptó un encargo de vértigo. El Mallorca de Bob Sarver, el dueño de los Phoenix Suns, le daba tres años de proyecto para rescatar a un club histórico de las tinieblas de Segunda B. En una categoría de tremenda complejidad de aclimatación para equipos de altas aspiraciones, a las primeras de cambio el Mallorca ascendió a Segunda, superando en el «play off» al Mirandés. Con la misma base de plantilla, con una quincena de futbolistas repitiendo plantel -con valencianos como Salva Ruiz-, el Mallorca se clasificó en quinta posición en la temporada regular y se ganó el derecho a pelear el ascenso, batiendo al Albacete y Deportivo.

La fiabilidad de la constancia

El exjugador Rafa Barber compartió vestuario en el Xerez con el técnico, primero como jugador y luego como discípulo, una vez que Moreno cambió la capitanía por el banquillo: «Los entrenadores más constantes y metódicos son los que han sido centrocampistas», relata a este periódico Barber. «Moreno tiene una capacidad de concentrarse 12 horas seguidas en el trabajo y hacerlo optimizando todos los recursos. No deja al azar ningún aspecto y aplica objetivos personales con gran rigor a cada entrenamiento», añade. Como sucede con Marcelino García Toral en el Valencia, «Moreno tiene una personalidad táctica muy definida» -en su caso, en el 4-3-3-, «que va enriqueciendo con nuevos conceptos, pero sin alterar la esencia». La rectitud en el trabajo y la convicción del preparador de l'Horta Sud explica «la fiabilidad de sus estadísticas», siempre cerca de los objetivos marcados.

Barber destaca «la justicia» del trato de Moreno con sus futbolistas, ejecutando la meritocracia por encima de cualquier otra consideración. En la irrupción fulgurante del Mallorca ha sido esencial que encontrase a jugadores en los que apoyarse. Salva Sevilla se convirtió en ese líder, desechando ofertas de Primera para rescatar a los bermellones desde Segunda B. A Moreno le queda un año de contrato y su meteórica carrera ya ha captado la atención de clubes de la máxima categoría.