Mestalla sigue de celebración. Han pasado dos meses y medio y la afición sigue de fiesta por el buen sabor de boca que dejó la Copa del Rey y las buenas sensaciones que desprende el equipo en la pretemporada. Dos horas antes de que comenzara el partido la Avenida de Suecia estaba colapsada. Alrededor de 4.000 aficionados esperaron la llegada del autobús del equipo como si de un partido oficial se tratase. En la tiende oficial no cabía un alfiler. Muchos fueron los que lucieron las nuevas camisetas de Puma desde el primer día. El valencianianismo estaba con mono de fútbol. El viejo coliseum de Mestalla se engalanó para la ocasión y estrenó una atronadora megafonía que convenció desde el principio. «Esto parece un discoteca, pero por lo menos nos enteramos de los cambios», decía un aficionado veteranos de tribuna. No fue la única novedad. Gustó y mucho también la nueva lona exterior que rinde homenaje al título de Copa. Muchos fueron los aficionados que se hicieron foto con ella en la calle. Otra de las grandes novedades fue la recreación en los interiores del estadio del tifo «Soñar que no tenemos techo» que supuso el primer gol de la final del Benito Villamarín. Mestalla era un horno. Subía la temperatura de calor y de emoción, aunque lo mejor estaba por llegar.

La fiesta, ya dentro, comenzó pasadas las 20:30 con la entrada de la bandera fundacional de la mano del mítico Ricardo Arias. El exjugador del Valencia, actual embajador del club, fue el encargado de sacarla al césped entre los aplausos de unas gradas de Mestalla que comenzaban a coger color. Los jugadores saltaron juntos al terreno de juego en medio de una atronadora ovación. Jasper Cillessen, una de las novedades junto a Maxi Gómez, fue el primero. Mestalla se puso en pie para recibir a los capitanes Dani Parejo, Jaume Domènech, José Luis Gayà, Rodrigo Moreno y Geoffrey Kondogbia. Los cinco saltaron al campo con un invitado especial: el trofeo de la Copa. Mestalla se vino abajo. Parejo y Jaume fueron los encargados de portarla en medio de los aplausos y los recuerdos de la grada. Faltaba Marcelino. El técnico saltó al campo solo y se llevó la gran ovación de la noche en los prolegómenos del estadio. La gente, por si alguien tenías dudas, está con el asturiano y con todo su nutrido cuerpo técnico que tiñó la tarima de azul. Todos juntos posaron para una foto oficial especial con la Copa presidiendo la «familia» como así se autoproclama la plantilla. El momento más protocolario de la noche llegó con los acordes del himno regional de la Banda Juvenil Unió Musical de Llíria dirigida por Esteban Espinosa. El tenor de Mislata Antonio Navas fue el encargado de ponerle voz entre quince banderas repartidas por todo el campo ondeando al viento. Así finalizó una presentación sencilla y casi fugaz sin salida uno a uno de los jugadores ni fuegos artificiales. Nuevos tiempos. La anécdota se produjo al final de los actos. Los jugadores se marcharon al vestuario para preparar el partido y solo uno se acordó de coger la Copa. ¿Quién podía ser? Gabriel Paulista. El mismo que no la soltó en las celebraciones. Encima jugaba el mismo once titular del Villamarín. Parecía que no había pasado el tiempo en Mestalla con más de 42.000 espectadores en pleno mes de agosto y con solo un punto negro: la grada joven estaba completamente vacía. Parejo, Rodrigo, Soler y Marcelino fueron los más ovacionados cuando la nueva megafonía de Mestalla recitó el once. Hasta que llego Kang In. El club homenajeó a los campeones internacionales con sus seleccciones a lo largo de este verano -Soler, Manu Vallejo, Ferran, Hugo Guillamón y Kang In- y Mestalla explotó de ilusión a la salida del surcoreano con el balón de oro del Mundial Sub-20. ¡Qué ovación! El valencianismo lo quiere en la plantilla.