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Un partido de presentación

Un partido de presentación

Un partido de presentación es un arte difícil para converger con el esnobismo elitista de los aficionados más inamovibles. Un partido de presentación es como ir en bermudas al parque acuático con tus hijos y un flamenco flotador bajo el brazo, temeroso de que te pille un compañero de trabajo. Un partido de presentación es el manchurrón, los limones en la paella y las sombrillas de colores apiladas en la primera línea de playa Calpe.

Pero un partido de presentación es, fundamentalmente, el gran invento de la producción valencianista de fantasías. La consagración de la bienvenida, el don nuestro de cada día para abrir las puertas a quienes vienen de nuevas. La oportunidad única de recibir al prójimo en su vuelta al trabajo mientras servidor sigue encaramado a sus vacaciones.

Hicimos del regreso del equipo una fiesta veraniega en cuyas gradas los fans esnifan crema aftersun y dominguean. Mientras otros clubes se limitaban a la dimensión competitiva del trofeo de verano, nosotros supimos desposeer la velada de las normativas del reglamento.

Desde el invento ocurrieron sucesos ajenos a la solemnidad. Vi fornicar a dos animales hinchables en mitad del césped, a presidentes glosar la ayuda bendita de la virgencita para no quedarnos como estamos, a presidentes abrasados por la marea volcánica, a jugadores prometedores destapados en aquella noche de agosto como auténticos inútiles, a jugadores que serían estrellas malinterpretados por su juego torpón.

Es una desgracia el declive. La ausencia de parafernalia. La sensación de que cada vez nos tomamos más en serio.

La casta de Mestalla siempre dio consideración de trance menor al partido de presentación, una fecha repudiable porque no tiene la mística de un partido rutinario y porque además acoge a veraneantes del fútbol. Pero, demonios, el partido de presentación, con sus lorzas y un bocata resbalándose por culpa de las manos sudorosas, es el mayor rito de iniciación. Una fábrica de hacer valencianistas, enfatizando hasta el alborozo quiénes somos y a dónde vamos. Un baño de éxtasis bien cercano a la felicidad. Al mismo tiempo el punto de partida a partir del cual todas las expectativas (las mejores, las peores) comienzan a trastabillarse. Como debe ser.

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