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Antecedentes

La guerra endémica del Valencia CF

La crisis abierta con la propiedad por la planificación deportiva ha hecho emerger al Marcelino más desafiante con Lim

La relación entre Luis Aragonés y Romario dejo momentos para el recuerdo. manuel molines

Como si de Sísifo en su mito se tratara, el Valencia CF parece sufrir de forma cíclica la ira de los dioses obligándole a reiniciar un trabajo de años. Según la mitología griega, Sísifo fue castigado por estos últimos a empujar una enorme roca hasta la cima de una montaña. Una ardua empresa cuya única finalidad era que una vez alcanzara la parte más alta, la piedra cayera rodando de nuevo hasta los pies de la montaña y Sísifo tuviera que repetir su baldío esfuerzo de forma indefinida. En esas parece estar, una vez más, el club de Mestalla. Tras años de empujar cuesta arriba la roca, cuando parecía que por fin el terreno se allanaba para Marcelino y los suyos y se podía dejar de cargar con la piedra para disfrutar de las vistas, esta corre riesgo de desplomarse de nuevo y echar por tierra el trabajo de varios años.

La pasada temporada se cerró de la mejor manera. El título de Copa y la clasificación para la Liga de Campeones en el año del centenario hacían resurgir la ilusión en torno a un club que vivía sus mejores momentos desde la llegada de Peter Lim. Guiados por el tándem Marcelino-Alemany, el club asomaba la cabeza tras más de 10 años de penurias y sequía. Pero la historia amenaza con repetirse en Valencia.

Como ya pasara con otros dos entrenadores que dejaron el club con su proyecto en el cénit, ahora Marcelino no parece tener miedo a tensar la cuerda con Lim tras el estallido de la crisis a raíz de las injerencias del propietario en los fichajes, parcela en la que había dado relativa carta blanca a entrenador, director general y director deportivo. Primero fue Luis Aragonés contra Paco Roig y casi 20 años después, la lucha fue entre Rafa Benítez y Manuel Llorente. Y ahora esa guerra endémica que parece enfrentar al banquillo valencianista con el palco ha explotado, aunque en esta ocasión el término «palco» sea algo más simbólico, entre Marcelino y Lim.

Cuando un conflicto estalla siempre hay diversos factores, pero en los tres casos existen dos circunstancias que se repiten: las tensiones entre entrenador y presidente -o propietario- en torno a la planificación deportiva y la segunda, y tal vez la más grave, que estos choques siempre llegan en el peor momento. Es decir, en el mejor momento. Cuando el entrenador de turno ha llevado al equipo a su máximo rendimiento.

Romario, el sofá y la lámpara

Pasó con Luis y con Benítez. El «Sabio de Hortaleza» había conseguido levantar a un equipo al que sólo la falta de fortuna le privó de levantar un título en la 95/96. Fue el año del doblete colchonero y del doble subcampeonato blanquinegro. Los Fernando, Mijatovic, Zubizarreta, Mazinho y compañía se impregnaron del espíritu ganador del técnico y crearon un bloque que apuntaba a lo prometido por el entonces presidente de la entidad, Paco Roig: «Hacer un equipo campeó». Pero el verano posterior lo torció todo. Mijatovic puso rumbo a la capital y la decisión del palco de fichar a Romario contra el criterio de Luis hizo saltar la chispa definitiva que acabaría haciendo prender el club en llamas. Unos meses después, en noviembre de 1996, el «Sabio» presentaba su dimisión tras sonadas disputas en torno al atacante brasileño.

Las fricciones que acabaron con Benítez fuera de Mestalla se resumen en una frase que ha pasado a la historia del club: «He pedido un sofá y me traen una lámpara», dijo el madrileño tras los fichajes de Ricardo Oliveira y Néstor Fabián Canobbio tras ganar la primera liga del Valencia CF 30 años después. El rejonazo fue público y daba a entender que la relación entre Benítez y Llorente estaba rota.

Pese a recibir los muebles equivocados, Benítez acabó reconduciendo la situación y el Valencia ganaría Liga y UEFA la temporada siguiente. Pero los éxitos deportivos no calmaron las tensiones con el palco y con los trofeos todavía calientes, el técnico ponía rumbo a Liverpool ante la conmoción de la afición.Desde entonces, el Valencia CF sólo había levantado un trofeo -que no se celebró- hasta la llegada de Marcelino. Un técnico que se ha ganado la confianza de Mestalla y cuya continuidad ahora pende de un hilo. Como pende un proyecto ganador, de nuevo, por la guerra endémica con el «palco».

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