La derrota en el Sadar, más que por el tropiezo en un escenario que resiste con 28 partidos invicto, duele por la falta de convicción alarmante mostrada por el Valencia desde que en el minuto 29 Rodrigo Moreno fuera expulsado de manera infantil. El argumento de la inferioridad numérica no se aguanta ante un Osasuna que remontó el 0-1 de Gameiro por mayor implicación, por chutar 29 veces (14 entre palos) y por correr (como ya hizo el Lille) seis kilómetros más ante un Valencia contemplativo que tardó muchísimo en proponer alternativas. La debacle del Sadar tiene el devastador saldo de las sanciones de Rodrigo y Cheryshev y la lesión de Gameiro.

Aunque hubo un momento en que se imaginó otra noche. Con Gameiro se manifiesta la madurez de un goleador, cuando se comprende que, rebasada la treintena, igual de trascendente es marcar un gol que entregarlo en bandeja de plata. En Vigo, Krasnodar y el Villamarín, y en aquel aquelarre copero contra el Getafe, el atacante francés ya había dejado patente la importancia de los actores secundarios. En un partido que había empezado con Garay y Thierry despejando sin contemplaciones los peligrosos balones muertos nacidos de la presión guerrera de Osasuna, Gameiro silenció el Sadar con una maniobra sutil. Corrió para controlar un pase largo al espacio de Soler, sobre la línea de fondo recortó a Raúl Navas. Entonces levantó la cabeza y dio el gol a Rodrigo, que entraba solo.

Pero todo cambió, precisamente, con un gesto ingenuo de Rodrigo, que sacó por dos veces de forma imprudente el codo para repeler una impetuosa entrada de Estupiñán. Y aunque sea cierto que el Valencia acusó el golpe en los siguientes minutos, expuesto ante un Sadar que acrecentó su aliento inglés, Osasuna ya había reaccionado al gol en contra con solvencia, encerrando sin dificultades a los blanquinegros, huérfanos de jugadores clave en esta clase de partidos físicos, como Kondogbia.

Además, en los dos goles con los que los «rojillos» dieron la vuelta al marcador, la inferioridad numérica tuvo escasa incidencia. En el tanto del empate, ningún jugador valencianista acudió al rechace del balón desviado por Jaume. Rubén García fue el único que pensó que la pelota no se marchaba a córner. Y Oier, en esprint de 15 metros y sin vigilancia, fue el jugador rival que se propuso alcanzar el centro templado del extremo de Xàtiva.

Jaume sostuvo el empate con una parada de portero de balonmano, a disparo cruzado de Nacho Vidal. El lateral del Campello, incansable trabajador, firmó un partidazo en su reencuentro con el Valencia. Solo una «folha seca» de Cheryshev inquietó a Osasuna, que empujado por su grada proseguiría con su asedio en la segunda mitad. Y desde esa diferencia abismal de alegría se cimentó el segundo gol. Un centro al segundo palo en el que el hambriento Rubén García ganó la posición a Thierry.

Costó entender también la demora con la que Celades tardó en activar un plan B, con una hora por delante, en un partido constantemente agitado por el juego directo de Osasuna. Con la entrada de Maxi y Ferran Torres, el Valencia ganó en agresividad. En dos apariciones (una con gol anulado a Gameiro), el de Foios inquietó a Osasuna, que remachó su fiesta con el gol de Estupiñán.