El mundo del deporte se levanta hoy huérfano de una de sus grandes leyendas de todos los tiempos. Una de esas que no entiende de fronteras, un referente intergeneracional conocido y reconocido en todo el planeta. Kobe Bryant era más que un jugador de baloncesto, un deportista integral dentro y fuera de la cancha. The black Mamba -la Mamba Negra, como era apodado en la NBA por lo letal de sus 'picaduras'- falleció anoche en un accidente de helicóptero en la zona de Calabasas, próxima a Los Ángeles (California), en el que murieron todos sus ocupantes. Junto a él viajaban otras ocho personas más y al cierre de esta edición se tenía confirmación de que una de ellas era una de sus hijas, Gianna Maria, de 13 años de edad.

Bryant viajaba en su helicóptero privado cuando éste se precipitó contra el suelo y se vio envuelto en llamas. Personal de emergencias acudió al lugar del siniestro y confirmó que no había supervivientes, informó la policía del condado de Los Ángeles en un mensaje en Twitter. El exjugador de los Angeles Lakers utilizaba habitualmente su helicóptero Sikorsky S-76 privado para desplazarse. Bryant estaba casado con Vanessa y tenía cuatro hijas: Gianna, Natalia, Bianca y Capri, nacida el pasado mes de junio.

Una vida de éxitos en amarillo

Kobe aterrizó en la NBA en 1996 y durante sus 20 años de carrera hasta su retirada en 2016 jamás vistió otra camiseta que no fuera el dorado y púrpura de Los Ángeles Lakers, una de las franquicias más laureadas y relevantes del baloncesto estadounidense. Junto a LeBron James, ha sido de los pocos capaz de plantear un debate con Michael Jordan sobre quién es el mejor de la historia. Algo que a Kobe «no le importaba» -«I really don't care» repetía-.

Con los Lakers ganó la NBA en cinco ocasiones -dos de ellas siendo el mejor jugador de las finales-, un MVP de temporada regular, 18 veces All-Star, 15 veces seleccionado en el mejor quinteto de la competición y doce en el mejor equipo defensivo. Además, fue el máximo anotador en la temporada 2006 y 2007. Nadie en la historia de los Lakers -equipo en el que han jugado estrellas como Magic Johnson, Shaquille O'Neal, Wilt Chamberlain, Jerry West o Kareem Abdul-Jabbar- ha anotado más puntos que él en su carrera ni ha ganado más partidos.

Pero nadie es leyenda solo con estadísticas. Las leyendas emocionan como emociona Messi, Tiger o Nadal. Y Bryant supo hacerlo de muchos modos. Amoldó su estilo de juego y nunca dejó de entrenar y mejorar. Llegó a la liga siendo un portento físico -ganó el concurso de mates en su segundo año en la NBA- y supo adaptarse al nuevo baloncesto, más abierto. Su personalidad arrolladora, su ambición infinita y amor por el baloncesto devolvió a Los Ángeles a la cumbre la mejor liga del mundo tras años de sequía.

En sus amados Lakers tuvo dos grandes compañeros de aventuras. O'Neal y Pau Gasol. Junto al primero consiguió hacer historia al ganar tres campeonatos de la NBA consecutivos (2000, 2001 y 2002). Fue una época de abusos. Escoltados por secundarios de lujo como Robert Horry o Derek Fisher, el tándem Kobe-Shaq no encontraba rivales a su altura.

Pero su relación con el pívot se deterioró y O'Neal terminó por abandonar los Lakers. No así Kobe, que enfrentó entonces una travesía por el desierto. Pero no le importó, no quiso dejar el barco y aprovechó esa etapa para pulir su legado. De entonces data una de las mayores exhibiciones de la historia del deporte moderno: Un 22 de enero de 2006, Bryant estableció la segunda máxima anotación de la historia de la NBA en un partido. Encestó 81 puntos ante Toronto Raptors en una noche que el Staples Center -pabellón de los Lakers- jamás olvidará. Solo Chamberlain, en 1962, anotó más. Desde entonces nadie se ha acercado a esa cifra.

Con Pau vuelve a la gloria

Los reconocimientos individuales se acumulaban, pero Bryant era un ganador. Es lo que sus rivales han destacado históricamente de la leyenda angelina, era casi enfermizo. Necesitaba un aliado para volver a ganar y el elegido fue Gasol. Juntos lograrían dos anillos más en 2010 y 2011 y, más allá de lo deportivo, construyeron entre ellos una relación personal muy estrecha.

Tras convertirse en el más joven en alcanzar los 30.000 puntos, una grave lesión en el tendón de Aquiles puso en jaque su carrera en 2013. Pero Kobe no podía -no quería- irse así. Regresó casi dos años después a unos Lakers desmantelados. Tras dos temporadas más, en 2016 anunció su adiós a las canchas. Sirva su último partido, con 37 años, como ejemplo de su carácter: Anotó 60 puntos y, con 15 seguidos en los últimos 3 minutos, remontó diez puntos para dar la victoria a sus Lakers y sellar una carrera de leyenda.