Algunos dicen que no es más que veintidós tipos persiguiendo un balón. Simples. Se dejan lo más sustancial. La riqueza táctica del fútbol es entretenida y hasta asombroso ver cómo un entrenador es capaz de ganar un partido con un cambio estratégico que el rival no espera, como Alejandro Mango en la batalla de Gaugamela ante el ejército Persa de Darío. Recordar a Fernando Gómez pinchar un balón que bajaba del cielo y detenerlo en la punta de su bota como si detuviera la rotación de la tierra genera el mismo tipo de escalofríos que recordar a Mario Kempes galopar con su melena al viento y los brazos al aire desafiando al mundo mientras enloquece la grada de Mestalla como enloqueció Rubén Baraja tras marcar el segundo gol ante el Espanyol. Pero se queda igualmente corto, no alcanza para explicarlo en toda su dimensión porque el fútbol también es un llanto de alegría como los del pasado 25 de mayo en Sevilla. ¡La Copa del Centenario! O de pena, que por pena están más acostumbrados a llorar los valencianistas, que la voluntad de llegar lleva implícito no llegar a tocar la felicidad suprema, si es que existe tal felicidad. Esa sensación incompleta que se cierra y abre cada fin de semana, también es el fútbol.

Hay un actor argentino, Jero Freixa, que se ha convertido en una referencia porque para él solo existe el fútbol. «El fútbol es mi moda» le dice a su pareja mientras trata de explicarle que no se puso la camiseta del Valencia CF -«aunque es muy linda»- porque «no combinaba bien». El fútbol es pasión, sentimiento de pertenencia a la tribu, identificación a unos colores, a una tierra o a una manera de entender la vida, como los leones de San Mamés. ¡Athleeeeeeeeeeetic! Si hasta hay clubes que son más que un club. El fútbol es todo, es todo eso y es mucho más, tanto, que también puede servir de ejemplo para superar de manera colectiva la pandemia del coronavirus en estos días de obligado confinamiento doméstico. Es cuestión de creer.

Como creía Rafa Benítez en enero de 2001. Solo él confiaba en que su Valencia CF podía ganarle la Liga al Real Madrid a pesar de que le aventajaba en ocho puntos. «Yo veía entrenar a mi equipo, y veía cómo estaba el Real Madrid y cómo trabajaba, y sabía que podíamos ganar la Liga» dijo años después en un documental que hizo Apunt sobre el centenario del Valencia CF. Sus futbolistas no le creían, pero él no se rindió jamás. Así lo desveló uno de los integrantes de aquel equipo, Juan Sánchez, el Romario de Aldaia: «Benítez nos decía que teníamos opciones de ganar la Liga y nosotros pensábamos que estaba loco. Todos los días nos lo decía y poco a poco el equipo se fue convenciendo». Hasta un futbolista de cuya ambición no se puede dudar como Santiago Cañizares, admitió también en el mencionado documental sobre el centenario, que se rió cuando el técnico le dijo podemos ganarle la liga al Real Madrid. «Se ha venido arriba» pensó el guardameta de Puertollano en ese momento y no duda en admitirlo ahora.

Pero la persistencia de Benítez le llevaba a tener charlas individuales con sus futbolistas en las que trataba de cambiarles la manera de pensar. Aquel equipo venía de perder dos Ligas de Campeones y de quedarse fuera de la esa misma competición por el famoso 'Rivaldazo' desde fuera del área en el Camp Nou. Además, hacía la friolera de 31 años que el Valencia CF no conquistaba un título de Liga por lo que arrebatárselo al Real Madrid de los galácticos no estaba en los planes de aquel vestuario. Era como si el estigma de la derrota se hubiera instaurado de nuevo en cada baldosa, como si la Copa del Rey conquistada en Sevilla años antes de manera magistral ante el Atlético de Madrid no hubiese sido más que la conformación de la norma o un sueño que quién sabe cuándo se volvería a producir. Y de repente, cuando se acercaba el tramo final del campeonato y Benítez se dio cuenta que sus jugadores creían tanto o más que él y que estaban dispuestos a morir por ganar aquel campeonato, se plantó en la sala de prensa y le dijo al valencianismo «si estamos unidos podemos ganar la Liga». Algunas semanas después, la ciudad se echaba a la calle. Benitez tenía razón, había que creer.