La práctica del deporte posee dos caras. Una basada en el desarrollo personal que tiene como meta la salud, la utilización del tiempo de ocio y la paz como elementos esenciales de una civilización avanzada, y otra en la que se potencia el adoctrinamiento político, la mercantilización, la violencia y el dopaje.

En el presente tenemos en València y en el mundo a miles de personas que gozan de la vida a través de la práctica deportiva, e igualmente decenas de competiciones en las que lo que importa es ganar, ganar y ganar. En ocasiones, muchas, ello conlleva recurrir a prácticas en las que se carece de la más mínima ética.

La pandemia que nos azota está condicionando nuestras vidas de un modo profundo tanto a nuestro sistema educativo como a nuestros hábitos laborales, culturales y recreativos. Somos vulnerables y frágiles.

Los niños y menos niños que han vivido y están viviendo esta nueva normalidad tendrán, tendremos, que modificar durante un cierto tiempo muchas cosas. Una de ellas será la práctica de numerosas actividades deportivas.

Hace más de un siglo el sacerdote francés Henri Didon propuso un lema que forma parte del olimpismo y de la historia del deporte: citius, altius y fortius. En el mes de julio de 1936 la directora alemana de cine Leni Riefenstahl, filmó la película Olimpia en la que glorificó la ideología nazi, identificándola con una raza superior destinada a gobernar el mundo. Ya conocemos el final de la película.

Ahora hemos descubierto que nos estamos salvando gracias a las personas que en los hospitales se han dejado la salud y la vida, y nunca mejor dicho, pero no gracias a un Sistema Público Sanitario con suficientes medios y recursos. La corrupción y los recortes en Sanidad de los últimos años convirtieron el llamado capitalismo de amiguetes en el sujeto de la historia. Sin embargo, la enseñanza pública, la medicina al servicio de la persona, la investigación, la cultura y los servicios sociales son y serán la base del presente y del futuro.

Ahora, por un tiempo indeterminado, vamos a cohabitar con el virus y ello va a suponer un cambio de valores. Las personas que han trasportado alimentos, han limpiado nuestras calles, han atendido a los necesitados y han salvado vidas son héroes que nada tienen que envidiar a las estrellas del deporte.

El futuro se presenta incierto para todos. Hay millones de hogares que viven con angustia el presente y con enorme preocupación el futuro. En 1526 Luis Vives, el gran humanista valenciano, escribió en su Tratado del Socorro de los Pobres: «No es justo que los magistrados toleren que ciudadano alguno sea maltratado por el hambre y la miseria».

El coranavirus ha cambiado las reglas del juego. Si todo va bien, en el mes de julio, se jugarán los partidos de fútbol que restan, en categoría masculina, lo más probable a puerta cerrada. El fútbol de las estrellas y de los clubes millonarios es mucho más que un deporte. Mientras ello ocurra, más de 26.000 familias españolas lloran ya a un ser querido, muchos de ellos mayores de 70 años.

En cuanto a la Media Maratón y el Maratón Trinidad Alfonso, las dos grandes citas del deporte internacional en València, tras la suspensión del maratón de Berlín, todo dependerá de la evolución de la pandemia. Lo cierto es que decenas de pueblos no podrán vivir este verano la emoción de ver correr a miles de personas, que a lo largo de los últimos 40 años habían convertido sus carreras a pie en la gran seña de identidad deportiva de nuestra tierra.

Es, pues, hora de que desde el gobierno de la nación, los gobiernos autonómicos, facultades de la actividad física y el deporte, facultades de medicina, partidos políticos, sindicatos, empresarios, medios de comunicación y redes sociales apostemos por un deporte basado en la salud, (50% de la población española tiene sobrepeso), la estima personal, el espíritu de superación, el respeto por el medio ambiente, un desarrollo sostenible y la paz.

Una nueva pandemia de un nuevo virus, que numerosos expertos auguran que llegará, ojalá se equivoquen, nos obliga a forjar una nueva normalidad, a tener memoria, a pesar de los enormes esfuerzos que algunos están haciendo ya para hacernos creer que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, y que la acumulación de la riqueza en el menor número de manos es una ley divina.

Y terminamos. Alexandre Humboldt escribió en 1801: «La humanidad acabará por expandirse hacia el espacio y sembrar su mezcla letal de vicio, codicia, violencia e ignorancia en otros planetas». Deseo que se equivoque este gran sabio alemán y la práctica del deporte al servicio de las personas y la solidaridad sirvan de camino para su consecución.