La onda expansiva del desmantelamiento injustificado del proyecto que había devuelto el prestigio al Valencia, alcanzó ayer en Mestalla (0-2, ante el Athletic Club) su impacto más visible. El de un equipo fracturado con tanta convulsión interna, sin los estímulos que alimentaron la resistencia en invierno, cuando se seguía vivo en Champions, era año de Eurocopa y el grupo arrastraba la inercia ganadora del año anterior. Todo un espejismo ante la realidad actual. El resultado es el de un conjunto entristecido, movido por el oleaje cambiante de un estado de ánimo muy frágil, al que ya no le queda ni el consuelo de la imbatibilidad de Mestalla.

La imagen del estadio vacío congela la fotografía de una crisis que es volcánica. Al Athletic Club le bastó con orden, motivación e ideas claras para desbaratar el primer intento de Voro González de reactivar la competitividad blanquinegra.

No será suficiente con la serenidad del técnico de l'Alcúdia. El daño es estructural y pone en juego no solo objetivos deportivos, sino la desafección de una masa social que deberá intervenir con su soberanía real, la que pesa más que el metálico capital social. En el campo, el Valencia quiso obviar su precario presente buscando el gol en los primeros minutos con la fiereza de las remontadas extremas. Y también por ese motivo, los blanquinegros trotaron desorientados durante más de media hora, con errores en acciones sencillas y con la cabeza a punto de estallar de tantas dudas, desde que Raúl García puso el 0-1 en el 13 e instaló una gran nube negra sobre Mestalla.

El Valencia había salido con dos extremos muy clásicos, Ferran y Guedes, con la idea de encerrar al Athletic con un fútbol académico, sin pensar en exceso, con presión asfixiante y una obsesiva necesidad de rematar cuanto antes, tras dos partidos sin chutar entre palos. Ayer, a los 5 minutos ya lo había conseguido. Una presión sobre Yuri en la salida de pelota, generó un intento de remate de Parejo, rechazado en el suelo por Dani García. La pelota desembocó en Guedes, con finalización algo mordida y buena intervención de Unai Simón.

El inicio impulsivo se frenó de repente con el 0-1, precedido de un error grave de Kondogbia en una entrega sencilla, pero con todo el equipo desplegándose en fase ofensiva. Muniain entregó a Williams, cuyo centro raso al segundo palo fue rematado por Raúl García, que le ganó la marca a Florenzi. El golpe aturdió al Valencia, entumecido de miedo, con grandes problemas para rebasar la presión de un Athletic con maniobras de gran limpieza orquestal. Parejo era incapaz de dominar el timón. Para superar la zozobra, el Valencia tuvo que acabar recurriendo al juego directo, para acumular centros laterales en los que Yeray se erigía casi siempre vencedor. Hubo que esperar hasta el minuto 39, en una combinación por dentro entre Guedes y Florenzi, que había pisado área. El lateral romano picó el centro para la entrada en plancha de Maxi Gómez. Era un balón perfecto para el delantero charrúa, que sin embargo mandó muy desviado el testarazo. Con la mente llena de sombras, hasta las acciones más mecánicas se atascan.

Raúl García señala la fractura

De nuevo Raúl García, tras el descanso, castigó al Valencia, con otra pifia en la entrega, esta vez de Jaume Costa. El golpeo a la escuadra del atacante navarro fue excepcional. Sin el aliento de su gente, un 0-2 deja a este Valencia con el rostro de un equipo visitante desbordado. Voro retiró a Guedes y Ferran, reducidos ya entonces a su versiones más irrelevantes, para que Soler y Cheryshev animasen algo el desenlace.

Un centro de Soler bajado de cabeza por Maxi Gómez fue rematado con dificultad por Rodrigo. Poco más depararía el encuentro, dominado plácidamente por los leones, que danzaron por Mestalla como si fuera su sabana privada. En condiciones normales, con un Mestalla lleno, se habría asistido al empuje desesperado de la grada y a la exigencia contundente de responsabilidades tras acabar el encuentro. Mientras se desconoce hacia donde piensa virar Peter Lim un proyecto sin visos de recuperar una estructura deportiva fuerte y experta, el futuro dependerá de la implicación leal del valencianismo social. Es la única certeza. Con un hombre de club como Voro no bastará. El partido fue todo lo más parecido a una señal de auxilio.