Maxi marcó un gol para reconciliarse consigo mismo aunque para exorcismo del bueno el de Kang In. El coreano, molesto con su suplencia y pidiendo pista para despegar a otro equipo, ingresó en el segundo tiempo y en la media hora que jugó se apuntó las dos mejores jugadas de un Valencia otra vez al borde del abismo. En la primera, con algo de retraso temporal, se sacó un centro que Maxi cabeceó al larguero cuando ya estaba en fuera de juego. En la segunda, sin duda la buena, se pegó el balón al pie y con un golpeo seco lo alojó en la portería de Masip por el palo corto. Fue una jugada de ejecución exquisita en la que se abrió pasillo en su zona natural, partiendo de la derecha, y colando el disparo entre Alcaraz y Joaquín. No está nada claro que su golazo vaya a abrirle las puertas de la titularidad pero desde luego lo que de momento que seguro no cierra son las puertas de la Europa League. Un instante antes, con Jaume parando a bocajarro, el Valladolid había estado a punto de firmar la carta de defunción de un equipo que en el peor de los casos se habría quedado a siete puntos de la séptima plaza con nueve por jugarse. Ha dormido a uno.

La involución de Kang In y la ausencia de un plan específico de carrera es uno más, el enésimo, de los lunares de un curso tan oscuro que el Valencia lo está acabando como si no competiese por nada. Sin embargo, la realidad es que con la Champions ya matemáticamente imposible al menos continúa a tiempo al menos de llegar a Europa. Su triunfo in extremis contra un Valladolid ya salvado no maquilla los números paupérrimos de un equipo al que Mestalla, si tuviese público, no habría tolerado actuaciones deprimentes una detrás de otra. Titular por sorpresa, Jaume le detuvo un cabezazo a Hervías que olía a gol y acto seguido deshizo su error en un rechace a tiro de Guardiola taponando el disparo al muñeco de Sandro. Fue la antesala del gol de la victoria, que diluyó el que había celebrado un chaval de Xeraco el día de su estreno en Primera. Víctor García, canterano del Torre Levante, recogió un balón perdido, fijó a Diakhaby y maniobró perfecto en el área con un metro de distancia respecto al central francés, al que le pudo el tic de recogerse para no hacer penalti. Su tiro cruzado resultó inalcanzable.

Para marcar lo cierto es que el Valencia no necesitó nada del otro mundo. En una maniobra rápida, como en los viejos tiempos, Guedes vio la llegada de Gameiro y el centro del francés, imposible de fallar, lo remachó Maxi a la red. El charrúa, que en su último cabezazo en Mestalla había mandado el balón a la Avenida de Suecia, no perdonó a ras de suelo.Quitando las otras ocasiones de Maxi, el resto fueron contadas. Un disparo de Manu Vallejo, otro lejanísimo de Kondogbia, un par de centros de Florenzi y varios amagos de Guedes, que arrancaba como un coche de cuerda enfilando portería. Hasta que se le acumuló la faena, en la portería contraria Jaume acaparó los focos más por su titularidad que por su trabajo. Bajo palos, como en él costumbre, tiró de reflejos en un tiro de Waldo. Y fuera de ellos mentó la bicha complicándose la vida en una salida aparentemente sencilla. Fue uno de los dos grandes sustos junto a un despeje torpón de Florenzi que le rebotó en una mano de manera involuntaria.

A falta de otras cuestiones de índole futbolística, los onces de Voro siguen respondiendo más a cuestiones políticas y anímicas. Cillessen había pasado la frontera que separa a los porteros normales de los que salvan goles, aunque tal vez su falta de autoridad en la barrera de Granada le pasó factura. El entrenador, además, le dio la alternativa de titular al chaval Aarón, aguantó en el banquillo a Manu Vallejo hasta la segunda parte y de él volvieron a no salir ni Guillamón ni Ferran. Sí que lo hizo Kang In y menos mal.