El traspaso de Ferran Torres, uno de los mayores talentos salidos de la cantera de Paterna en el siglo XXI, supone un fracaso institucional para el Valencia. Por la juventud y calidad de un futbolista diferencial, con 97 partidos oficiales con 20 años y por el precio final de la venta (25 millones más variables), por debajo de la expectativa que reúne el jugador de Foios. Un factor que debería resistir a la falta de liquidez del mercado tras la pandemia o la premura temporal del contrato, que en apenas seis meses se convertía en agente libre.

La sensación de frustración se agudiza porque la salida de Ferran Torres es un golpe a la imagen corporativa en Mestalla de Meriton Holdings, cuya línea argumental más visible en los últimos meses ha sido la ostentación de la «youth policy», la política de cantera. Fue una de las justificaciones en las que se apoyó la destitución de Marcelino García Toral, en contra de la popularidad del técnico asturiano tras ganar la Copa del Rey o con la incondicionalidad que le profesaba la plantilla, que era competitiva desde su unidad. De hecho, se ha sacado pecho de la apuesta por la cantera incluso en condiciones poco favorables, como cuando se fortaleció la apuesta fallida por Albert Celades recordando que hizo debutar en Liga de Campeones a Kang In Lee. Sin embargo, quien se marcha es el futbolista idóneo sobre el que asentar un modelo de cantera y sostenibilidad económica. Junto a Kang In Lee, con el añadido de su reclamo comercial en Asia, Ferran es un jugador que por su demarcación en el campo y la influencia en el juego puede reunir celebridad y repercusión mediática a nivel internacional para expandir la marca del club. Un jugador distinto, de regate y desborde, un arquetipo clásico que engancha a la grada. Como recordaba ayer la empresa estadística Opta, el futbolista de l'Horta Nord fue el único del Valencia en la pasada temporada en probar más de cien regates. Además, por su condición de valenciano, oxigenaba a Peter Lim en otro intangible, la batalla perenne del latente desarraigo social desde el inicio de su inversión, corregido solo a base base de alguna fulgurante buena temporada en el plano deportivo.

De Farinós a Alcácer

La voluntad del jugador ha sido determinante. No es nada nuevo en el fútbol, ni en Mestalla, que en los últimos tiempos ha sufrido ocasionales salidas de jugadores llamados a ser emblemas desde los campos de Paterna y que han resentido el sentido de identidad. Sucedió en el año 2000 con Javier Farinós, uno de los exponentes del sublime centro del campo que llevó al Valencia a su primera final de Liga de Campeones. Ni el apogeo competitivo del club evitó que pagase su cláusula (3.000 millones de pesetas) para marcharse al Inter de Milán. En 2011, con 19 años, Isco Alarcón se marchaba al Málaga, previa rescisión de seis millones de euros, en un fallo en cadena de todo el organigrama del club. Desde la directiva de Manuel Llorente, poco hábil para garantizar la continuidad de un jugador al que se le auguraba un gran nivel, hasta el banquillo, en el que Unai Emery no le otorgó apenas oportunidades. El resto ya es conocido, con la consolidada carrera internacional del mediapunta andaluz. Entre todas, la marcha más traumática fue la de Paco Alcácer, no tanto por su trascendencia deportiva (se esperaba su eclosión definitiva), sino por el mensaje implícito en su salida. En años de decadencia institucional, con la crisis económica que condujo al colapso societario y al proceso de venta, Alcácer ejemplificaba una propuesta de esperanza. Un desengaño evidente que el delantero torrentino ha tratado de corregir con su voluntad, no cumplida, de regresar a Mestalla.

La responsabilidad de la salida de Ferran se arrastra en el tiempo y es compartida. Desde la cautela de Marcelino en darle más galones y en sugerir una cesión la pasada temporada (el técnico apelaba a la prudencia formativa pero el jugador ya estaba en vías de despegue), hasta la poca pericia negociadora de Meriton y la incógnita de hacia donde marcha el proyecto. Consciente de la complejidad de las conversaciones, Mateu Alemany quiso preparar el terreno y hasta las llegadas de Sobrino o Jason, irrelevantes desde el punto de vista deportivo, aspiraban a trabar una mayor cordialidad con el agente del futbolista. La multiplicación de ofertas y la figura hipnótica de Pep Guardiola han completado los actos. La presencia del técnico catalán del City ha sido decisiva, tanto para evitar la continuidad en el Valencia, como para atender otras ofertas, algunas con un interés vehemente, como el que tenía Rino Gattuso en ficharle para el Nápoles.

José Gayà y Carlos Soler quedan como las banderas firmes del Valencia canterano con vistas a un futuro. A ellos se aferra el mensaje institucional de Meriton y, también, la ventura de la inversión de Peter Lim en el Valencia.