J oan Ribó, alcalde de Valencia, ha urgido a Peter Lim para que termine el nuevo Mestalla, compromiso que adquirió cuando Amadeo Salvo le sirvió en bandeja la mayoría de los acciones y los pacatos de la Fundación fueron consentidores. Los miembros de peñas y diversas asociaciones del valencianismo han anunciado protestas, manifestaciones y gritos mediáticos. Un grupo elitista de exjugadores del Valencia, gentes con historial, con credibilidad por lo que fueron y por lo que pueden representar, se han sumado a las peticiones para que el señor Lim cambie de táctica, cosa que no parece probable si se tiene en cuenta la opinión que tiene su familia representada por su hija, que vino a decir algo así como el club es nuestro y hacemos lo que nos da la gana. Con todo se puede afirmar que València no ama al Club de Fútbol. Seguimos sin inversores para recuperar la propiedad.

Todo cuanto nace de los ilusionados valencianistas de las diversas asociaciones acaban por ser pataletas de niño. Lo digo con el convencimiento de que la buena voluntad no sirve para nada. Todos nos topamos con el muro que fue construido por la ineficacia de dirigentes y el «meninfotisme» de la mayoría del valencianismo. Lo he dicho repetidas veces y no me cansaré de decirlo: Lim llegó porque no hubo un grupo de valencianistas que dieran un paso al frente y adquirieran las acciones necesarias para mantener la propiedad de la entidad. Falló el valencianismo. Y hoy no sirven para nada las protestas y las buenas intenciones. Detrás no hay nadie que pueda poner a Lim en aprietos, en condiciones de animarle a la venta. Ni para preguntarle por cuánto vendería.

No hace mucho pregunté: ¿Pero hay alguien ahí? Y hoy se puede mantener la pregunta. Aplausos a Kempes, Cañizares, Ayala, Subirats y cuantos puedan unirse para formar un grupo que en otras circunstancias sería considerado de presión. No es mala la idea de crear una avalancha de opiniones que hagan meditar al señor de Singapur y a su acólito Murthy aunque éste no deja de ser funcionario de «cabotà». Supongamos que las firmas de miles de valencianos sean una llamada a Singapur. Acción inútil. En tiempos como los actuales para hablar con aquella ciudad es como si regresáramos a tiempos de nuestros abuelos cuando había que pedir una conferencia y se esperaba horas hasta que se pudiera hablar. Lim lo sabe y tampoco contesta.

No es despreciable una campaña de recogida de firmas. Pero después hay que volver a la realidad. ¿Habrá alguien que consiga un grupo de inversores para recuperar la propiedad del club? ¿Hay gentes que sean capaces de reivindicar el llamado «sentiment»? Si no es así, dicho a la pata la llana ¿de què collons parlem?

Posdata. Un Roig está haciendo grande al Villarreal. Todo habría sido distinto si a Juan le hubiera gustado el fútbol más que la canasta.