Con su credibilidad por los suelos, después del sonrojante asunto de los pagarés y habiendo vendido -regalado, en algún caso- al pasillo de seguridad del equipo campeón de Copa en 2019, Meriton afronta un mes determinante para su futuro en la ciudad. Treinta días que pueden suturar, solo temporalmente, la tremenda herida reputacional abierta ahora hace un año o destruir de forma definitiva cualquier mínima posibilidad de pervivencia del -nótense las comillas- «proyecto». Peter Lim, con el que se iban a acabar todos los problemas de tesorería, deuda histórica y venta masiva de jugadores (la mayor transacción del fútbol mundial, ya saben), no ha podido hacer frente al pago del 50% de las fichas correspondientes a la pasada temporada. Pero eso no ha sido nada para lo que se nos viene encima.

Empecemos por la contingencia más crítica. Durante los próximos días, y a petición del presidente del Valencia, Murthy se reunirá con Ximo Puig para afrontar el espinoso asunto de la Actuación Territorial Estratégica (ATE). Una bomba de relojería de la que dependen temas cruciales como la finalización del Nuevo Mestalla, la construcción del polideportivo de Benicalap y el cumplimiento de la sentencia del Tribunal Supremo que ordena derribar 15.000 localidades de la Grada La Mar de Mestalla que ocupan suelo público.

Más vale tarde que nunca. Aunque Meriton no podrá recurrir en esta ocasión, como en 2014, a las mentiras populistas de Aurelio Martínez. Tampoco es viable un pacto sotto voce entre las partes buscando salvar la junta ordinaria de finales de año. El tiempo se ha agotado. Han sido tantos y tan contundentes los mensajes de toda la clase política en la corporación local y la Comunitat que Anil solo tiene una salida: comprometerse a acabar el estadio de Cortes Valencianas. Pero no de boquilla. Presentando garantías. Concretando plazos. Por escrito. Iniciando los trámites para adquirir la licencia de obras.

Después de todo lo que han dicho por activa y pasiva, es impensable que Joan Ribó o Sandra Gómez salgan a hacerse la foto de la fumata blanca con las manos vacías. Durante años, los políticos de la terreta temían perder votos si no ayudaban a determinados clubes de fútbol. Vivimos tiempos de antítesis. Ahora el miedo es opuesto: perderlos por exceso de apoyo. Hay colaboradores muy cercanos al president de la Generalitat que incluso manifiestan dudas con respecto a la viabilidad jurídica de una hipotética prórroga de la ATE.

Y luego está el equipo de fútbol. A pesar de haber vendido más que Primark en plenas rebajas, las plantilla sigue 23 millones de euros por encima del límite del Fair Play Financiero que impone el mecanismo económico de LaLiga. Y las salidas, ojo, no han acabado. Queda alguna que puede ser traumática. Sobre todo si el plan continúa siendo que no venga nadie. Da la impresión que esta vez no había bala en el tambor y Corona ha acertado con Javi Gracia. Pero la Youth Policy no da para volver a Europa. Aunque no pueda acceder a Mestalla, el respetable ya ha demostrado que tiene resortes para protestar. Con la fuerza y el músculo suficiente, además, para hacerse escuchar en Singapur. Ahí es donde más le duele a Peter Lim, que se la juega en los próximos treinta días. Más de lo que él mismo se imagina.