Más allá de los Pirineos, mucho más altos, largos y peligrosos, aparecen los Alpes, en la tercera semana de carrera. Los ciclistas del Movistar los conocen bien porque se aislaron en Courchevel para crear su propia burbuja, resguardarse de la dichosa pandemia y sus contagios y de paso conocer las cumbres de esta edición sin cimas famosas en ninguna de las dos grandes cordilleras, si se exceptúan el Peyresourde y la Madelaine. Por eso, bien se podría decir que ellos están en la fase uno de la disputa del Tour.

Saben que aspirar a la victoria es muy complicado porque Enric Mas, su gran fichaje de este año, aún está muy verde para verse de amarillo, Marc Soler ha llegado sin gas en las piernas puesto que a última hora cambió el Giro, que preparaba, por un puesto entre los ciclistas de la escuadra telefónica. Y, Alejandro Valverde, ¡ay! Valverde, siempre está ahí y muy mal se le tendrían que dar las cosas para no llegar a París entre los 10 o 12 primeros. Pero con 40 años ya no busca objetivos en la carrera; si acaso sorprender en una fuga, seguir sintiéndose querido en el pelotón y ver, aunque ceda algún segundo o minuto, que continúa ascendiendo montañas entre la flor y nata del ciclismo mundial.

Caída de Mas

Lo que hay que evitar es lo que le pasó a Mas camino del Mont Aigoual. Está prohibido caerse, y sobre todo solo, sin verse envuelto en una montonera, decenas de ciclista esparcidos por el suelo. «Pillé una piedra en un descenso y me fui al suelo. Desgraciadamente son percances que suceden durante 21 días de competición», defendió el ciclista mallorquín, quien solo se llevó un susto resuelto, como dicen los corredores, con un toque de chapa y pintura.

Practicamente las tres figuras del Movistar no han pasado por casa desde el mes de julio.