A la isla de Ré se llega por un único puente que la conecta con el continente y cuyo peaje cuesta 16 euros. De este modo, los turistas se quedan en la playa y en los hoteles, no van a otras partes, y solo salen a la carretera a aplaudir a los ciclistas del Tour. Y lo hacen sin mascarilla porque en este territorio insular francés el uso no está obligado en la calle. En el puente, el pelotón circula a 50 kilómetros por hora. Sopla el viento lateral, la amenaza de corte es una constante, porque si se pierde la rueda del grupo de favoritos caen minutos de escándalo. Y Landa lo sabe, porque lo que le ocurrió el viernes pasado a las afueras de Toulouse quedaría como una tontería si llega un despiste en carreteras de la Charente Marítima. Supera su peor etapa, y con nota. Pero allí lo vemos, protegido por sus compañeros del Bahréin, que le marcan el camino a seguir, siempre en la cabeza del pelotón, donde es imposible cortarse y muy complicado caerse. ¡Menudo día! Vaya trampa que Prudhomme, que siguió la etapa confinado en su hotel, preparó a todos, con un viento que los azota. Egan Bernal y el líder Primoz Roglic, siempre en cabeza, y Landa a su lado, como debe ser si ciertamente aspira a luchar por algo tan importante como es el jersey amarillo. Peor lo pasó Tadej Pogacar, que se vio envuelto en una caída. O Guillaume Martin, el francés mejor colocado en la general, filósofo de carrera en sus horas libres de bici, que se cortó un par de veces y necesitó Dios y ayuda de sus compañeros del Cofidis para enlazar. Y hasta Superman López se vió cortado en la última caída de una jornada en la que se pierde la cuenta de accidentes. Perdió el contacto junto a Alejandro Valverde, también afectado, pero pudieron arreglar la situación rápidamente, que no estaba el día ni mucho menos el Tour para regalar tiempo en una etapa llana. Todos sufren. Es imposible encontrar un kilómetro para disfrutar de un paisaje maravilloso. Ellos solo ven la rueda del ciclista que llevan delante y, el que va primero de grupo, asfalto despejado y las flechas amarillas colgadas de cualquier letrero que marca la ruta a seguir. A tres kilómetros de meta, en la zona protegida, Landa y el resto de figuras respiran y se resguardan al fondo del pelotón. En caso de una caída, no iban a perder tiempo. Era la ocasión para los velocistas, para que Peter Sagan, el principal astro en este arte, vuelva a demostrar que está lejos de su mejor forma en la victoria del irlandés Sam Bennett. «Ha sido día de mucho estrés desde el principio, por lo que contento de estar delante. Ha sido un día tenso, no me ha dado tiempo ni a beber», señaló Landa en la meta de Saint Martin de la Isla de Ré. Landa celebró el hecho de que los resultados de los PCR realizados al pelotón en los dos últimos días hayan dado resultado negativo para la totalidad de los 165 corredores del Tour. «En ese sentido también ha sido un día importante. Había miedo a algún positivo, pero vemos que se están haciendo las cosas bien. Hay que seguir así hasta el final». Ante la jornada de este miércoles, de perfil llano, Landa espera «un día más tranquilo, pero ya veremos».