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Pelayo nunca tuvo miedo

Pelayo nunca tuvo miedo

El jueves 20 de agosto de 1868 con toda la parafernalia de la época, banda de música incluida, el alcalde de la ciudad, Juan Piñol Verges, del Partido Progresista, inauguraba el Trinquet de Pelayo que para la prensa de la época era «uno de los mejores de España». Se anunciaron en aquella primera confrontación los mejores del momento: Moya, Chufa, Cames, Ferreret y el Tramusser, que años después sería el gerente de la empresa. Hoy, sábado 12 de septiembre de 2020, es decir, 152 años después, la pelota de vaqueta vuelve a rodar con el inicio de la temporada. ¿Cuántos deportes y cuántas instalaciones pueden presumir de esa longevidad? Hasta hace unos años, el esferisterio de Alba, (1857) en el Piamonte italiano, superaba en antigüedad al Trinquet de Pelayo. Hoy podemos considerar al Trinquet de Pelayo como una de las instalaciones deportivas en uso diario más antiguas de Europa. En la ciudad italiana intentan crear una Fundación que salve uno de los templos históricos de la pelota italiana. En Valencia, Pelayo se salvó gracias a la iniciativa del mecenas José Luis López, que ha convertido el recinto, destartalado, en una instalación que, conservando lo tradicional e inalterable, presume de modernidad. Aquella vieja cafetería de tertulias clandestinas en sillas de madera y asientos de boga, vapores de tísicos que sobrevivían con desafíos a la desesperada; allí donde el trilero almorzaba y departía amigablemente con un juez o un policía, el espacio donde se blindó la lengua del pueblo y se respiraba la alegría de transgredir lo prohibido; allí donde corría el dinero de las apuestas en desafíos entre los postores más distinguidos, comerciantes de la naranja, feriantes, empresarios de restauración, joyeros, inversores o tratantes de mujeres de la vida, hombres todos iguales en derechos y deberes que sabían respetar las leyes no escritas pero sagradas; aquel Pelayo floreciente de los años veinte del pasado siglo, o de los años ochenta cuando Genovés enamoraba , sigue en pie, con otras leyes, con un restaurante que hoy es referencia gastronómica de la capital, sobreviviendo el deporte a una época sin comerciantes, ni empresarios, sin desafíos entre apostadores , sin el dominio de la apuesta y ahora, con mascarillas pero sin miedos. Pelayo nunca tuvo miedo. Nadie pudo con la presencia de la vaqueta: ni las revoluciones del año de inauguración, ni las crisis imperiales, ni las semanas trágicas, ni las dictaduras, ni la incivilidad de la guerra. Nunca se dejó de jugar: ni cuando comenzó, ni en los años de lucha, ni en el día en el que las tropas de Franco entraban en Valencia. Allí estaba Pelayo, ajeno a las guerras externas, fiel a su destino: reserva de libertad y de respeto a la identidad. Esta tarde, en una nueva cita de la Copa Diputación, Caixa Popular, Pere Roc y Pere medirán sus fuerzas a De la Vega y Santi. Cuatro jóvenes dignos sucesores de aquellos que hace más de siglo y medio abrieron las puertas a la catedral del Joc de Pîlota.

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