Márchese usted general. Este es el título de un libro de Salvador de Madariaga que dirigió al general Franco. Sirve para el caso del Valencia porque también está dirigido por un dictador. Por un individuo a quien no se le caerá la cara de vergüenza porque no la tiene. Lim ha engañado a los valencianistas y se ha empeñado en desmontar el club con sus múltiples operaciones financieras en las que ha malversado incluso los dineros de los pequeños accionistas. Lim ha vendido, en una especie de mercadillo de ocasiones, a jugadores cuyo valor va a ser muy apreciado en el club, precisamente por su ausencia. Ha transferido por debajo de los precios de mercado, por mucho menos de lo que en otros momentos han ofrecido algunos clubes y ha creado un sensible agujero en la contabilidad de una sociedad de la que es máximo accionista, pero que también pertenece a gentes que, en su momento, tal vez incluso llegaron a hacer un esfuerzo por comprar una acción.

Lim ha puesto al club en almoneda y del mismo han desaparecido Ferran Torres, Rodrigo, Coquelin y Parejo, jugadores fundamentales para un club con pretensiones como siempre lo ha sido el Valencia. Este singapurés malbaratador ha necesitado nada y menos para desmantelar la plantilla. Por si faltaba algo ha medio regalado a Kondogbia al Atlético de Madrid, sociedad también detestable por la operación en que se ha beneficiado ante una entidad que se sabía que estaba ofreciendo la otra mejilla. Ha sido vergonzosa la actitud del Valencia y, de consuno, hay que decir que las normas reglamentarias son inadmisibles. Al Atlético, que recibió 50 millones de la cláusula por Thomas, se le permite que buscara hasta principios de noviembre un jugador con el que compensar la pérdida. Tal circunstancia no es aplicable al Valencia que no puede fichar un jugador a pesar de que le han hecho un tocomocho. Hay compensación para uno y castigo para otro. El Barça tuvo que abonar sobrecoste por el fichaje de Griezmann, dado que gestionó cuando el jugador tenía contrato en vigor. Parecería razonable que el Valencia tomara decisión similar. Pero no ocurrirá ello porque en Mestalla no hay general con mando en plaza. Quien aparece es un chusquero. El tal Murthy no ha sabido defender los intereses deportivos y económicos de la entidad que, teóricamente, preside. Tal vez en la operación, vendida a plazos como lo hacía Alejandro Soler en neveras y televisores, hay algo que se nos escapa. Lim prestó millones al Atlético que este le devolvió porque no lo quería como accionista. Las relaciones han favorecido este cambio que son las estrenas navideñas llegadas con antelación.

A Murthy le favorece la pandemia. Con ella no hay público en las tribunas. De existir la normalidad este individuo no tendría hombría suficiente para decirle al público que callara. El virus ha atacado al equipo con bajas tan sensibles y habrá que agradecer a los actuales futbolistas que mantenga un grado de fe suficiente para intentar evitar el descenso. Lo tendrán que hacer porque no son culpables de lo acontecido. Si el Valencia no se va a Segunda a quienes lo eviten habrá que considerarlos socios de honor. No se les ha concedido valor suficiente para llevar adelante al equipo y si lo consiguen merecerán toda clase de plácemes.

Posdata. ¿Cuando saldrán a pedir perdón aquellos que participaron en la venta de la historia y el sentimiento? Salvo y Martínez no estuvieron solos.