El terremoto de Morales ha sacudido los cimientos del Ciutat, pero pese a tratarse de una papeleta complicada, desde el Levante se mantiene la calma y la confianza en que todo llegue a buen puerto. Precisamente con ese objetivo sigue en pie la oferta de renovación por parte del club, consistente en que sea el propio jugador quien decida de manera unilateral si la prorroga de año en año mientras se sienta en condiciones de seguir y cumpla unos requisitos mínimos. Se trata del principio de acuerdo al que se comprometió Quico y por el que primero por el fair-play y luego por la pandemia todavía no ha habido acuerdo ni forma de pasarlo al papel, sobre todo porque al jugador le parece insuficiente y su deseo es otro tipo de contrato por un periodo fijo y una mejora salarial. El presidente, lo mismo que el entrenador, ha escuchado de boca del futbolista su deseo de que le abran la puerta para negociar con otros equipos en este plazo de invierno, pero en este sentido la respuesta del club y su área deportiva es clara. No contemplan su adiós pese a terminar contrato en junio.

El caso de Morales es difícil tanto por su trayectoria como por lo que significa para el club y el rol que desempeña ahora mismo en el equipo. No es la primera vez que pierde la condición de titular indiscutible pese a que siempre la ha acabado recuperando. La suplencia en La Cerámica después de haber participado en los cuatro goles contra el Betis cayó como una bomba aunque luego entró al campo en la segunda mitad. Aunque Paco López tiene muy en cuenta la gestión del vestuario, lo cierto es que Morales ha ido perdiendo peso desde los cambios que se produjeron tras el último parón de selecciones, cuando los granotas estaban con el agua al cuello a nivel de resultados. Sin embargo, el Comandante sigue siendo el delantero con más minutos acumulados, el cuarto de la plantilla y el máximo artillero con seis goles. Todo eso camino ya de los 34 años, una edad que condiciona y mucho el planteamiento tanto de presente como de futuro para su continuidad.

La cuestión de fondo es que en la óptica del jugador esa pérdida de protagonismo condiciona la propuesta de renovación de por vida que le ha trasladado el club. Además, su aspiración es un salario acorde a su rendimiento de las últimas temporadas, en las que rechazó ofertas superiores. En este sentido lo cierto es que la propuesta económica no se ha concretado y ese es otro de los puntos de desencuentro. El club, maniatado como se sabe por el fair-play y con necesidad de desprenderse de los sueldos más altos, no quiere estirar el brazo más que la manga, mientras que el futbolista entiende que merece otro tratamiento y un nuevo contrato que sea al alza.

Aunque las cartas están encima de la mesa y en los últimos días se ha producido una pequeña escalada de tensión, incluyendo ahí la resaca interna por el hecho de que la alineación contra el Villarreal trascendiera antes de hora, lo cierto es que en Orriols se confía en reconducir el asunto.