La piña del equipo a la finalización del partido en Valladolid simboliza el estado anímico de un vestuario vivo que asume la responsabilidad del momento con unidad y compromiso. Ver a todos los jugadores fundidos en un abrazo en el césped del José Zorrilla después del pitido del árbitro es la demostración de un equipo que quiere aunque a veces no pueda, que cree a pesar de todas las adversidades y que confía en unos líderes del vestuario que están tirando del carro para que la unión del equipo y su entrenador haga la fuerza más que nunca esta temporada. La piña dice muchas cosas. La más importante: hacia donde camina este Valencia. Los capitanes han asumido con valentía y entereza la situación crítica del equipo al borde de los puestos de descenso y se han puesto al frente con un solo objetivo: guiar a esta joven plantilla y salir de esta siendo un verdadero grupo. Siendo una auténtica piña. Como la de Valladolid.

No es casualidad que el origen de la piña fueran los capitanes José Luis Gayà, Jaume Domènech y Carlos Soler. Los tres, acompañados por Hugo Guillamón, hicieron gestos para que el resto de jugadores se fueran incorporando. Incluso llamaron a los futbolistas que estaban en el banquillo. «¡Todos, todos!», gritaban los ‘jefes’ del vestuario. Tampoco es casualidad que el primero en unirse fuera Maxi Gómez. Los capitanes son conscientes de la importancia del uruguayo y de la necesidad de recuperarlo para la causa. Por eso quisieron hacerle partícipe el primero de la alegría del grupo. Por eso Gabriel Paulista ejerció de capitán desde su casa y animó al delantero antes del partido haciéndole un guiño con el mate. Por eso Jaume no lo soltó ni siquiera cuando se dispersó la piña. Tenían que sumar a Maxi porque todos los jugadores son importantes ahora y lo han hecho.

La piña al final fue de once jugadores. Los once que sufrieron hasta el último segundo del partido para conseguir por fin una victoria. Según ha podido saber SUPER, no hubo un discurso. Ni se hizo con intención de lanzar un mensaje con palabras. Fue un gesto espontáneo de unión para reforzar la idea de equipo y sobre todo una explosión de liberación que necesitaban. Los jugadores se liberaron de la tensión y el sufrimiento acumulado durante los dos últimos meses de decepciones. Se celebró. Se gritó. «¡Ahí están los tres puntos joder!», ¡Vamos, vamos!», «Lo merecíamos», «¡Arriba equipo!». Sintieron que juntos, con la ayuda de Javi Gracia al que nunca abandonaron a pesar de su momento de debilidad, se habían quitado un peso de encima y por fin tenían la recompensa a tantas semanas de trabajo y esfuerzo. Soler lo explicó a la finalización del partido. «Es un gesto de unión, de que estamos todos a una: jugadores, entrenadores, cuerpo técnico… todos juntos para sacar esto adelante». Los pesos pesados han sufrido, pero nunca ha dudado. «La unidad del equipo está fuera de toda duda». También lo piensa el entrenador. Gayà es ese capitán que se enfadó en la primera jornada porque sus compañeros no celebraron juntos un gol al Levante. Ni el de Pedreguer ni el resto de líderes del vestuario van a permitir grietas. El único camino es ser una piña. La de Pucela.