Zalazar disputa el balón ante el levantinista Vezo. | EFE/R. GARCÍA

Bardhi dispara ante la presencia de Roque Mesa.

El Levante podría haber pasado de ronda a hurtadillas, sobre la bocina como en Portugalete o en la tanda como con el Fuenlabrada, y habría servido igual. Sin embargo, sabe mucho mejor que ayer se metiese en los cuartos de final de la Copa por la puerta grande. Marcó cuatro goles, uno de ellos especialmente brillante, el que se apuntó Bardhi de falta, la primera que mete en dos años. Y pudieron ser más. Roberto salvó al Valladolid de un castigo peor y solo por culpa del imperfecto lado defensivo de los de Paco López se pasó por algún que otro apuro, tampoco nada para llevarse las manos a la cabeza. Sergio estaba a dos goles cuando quiso reaccionar después de su sobrada cantando media alineación en la previa. Aunque Weissman recortó distancias, a Morales no le pasó factura desde el punto de penalti la eternidad que tardó en decidirse el VAR y evitó cualquier complicación engañando al portero. Todo resuelto.

Después de varios años encadenando trivialidades, los granotas volverán a jugar unos cuartos de final, última eliminatoria a partido único de un torneo que no está siendo ningún marrón. Salvo a unos cuantos titulares, el Levante puso todo lo demás, fundamentalmente el juego, las ocasiones y los goles. Sin desplegar un gran fútbol pero con ratos arrolladores, lo raro fue que el marcador no fuese más abultado.

El Valladolid inquietó poco a Dani Cárdenas, muy bien plantado. Aunque se encontraron con dos goles, los pucelanos solo fueron capaces de descontrolar el partido, a buenas horas, con el cambio de Orellana y Weissman. Un movimiento rápidamente contrarrestado con la entrada de Morales y Dani Gómez. Jueguen titulares o suplentes, una de las características que siguen definiendo al Levante es su facilidad para ver puerta. A los granotas, que llegaron más y mejor, les alcanzó el juego para ganar, aunque dos años después no estuvo de más recordar que Bardhi sigue siendo un recurso de falta. Con cierto reparo al cuerpo a cuerpo, el macedonio cambió de registro a balón parado. En lugar del típico disparo con rosca que una y otra vez no llegaba a palos o se iba alto, el francotirador sorprendió con uno raso, nada improvisado. El balón se coló por debajo de la barrera, justo donde quería, una zona desguarnecida si saltan los jugadores y sobre la que no se recostó ningún blanquivioleta.

Se le pareció, pero la victoria no fue coser y cantar. Por el camino el Levante se rehizo de un primer gol tan evitable como el segundo. in embargo, ni el empate se hizo de rogar ni tampoco la remontada.

Fue, antes del descanso, gracias a Malsa, que venía con ganas después de un remate al poste. El de Martinica, tan atinado en el área como inquieto con el balón, estuvo rápido. Una cesión atrás de Villarrasa se quedó corta y tras esprintar a por el balón aseguró el recorte. Un gol a placer que tuvo continuidad con el de Coke ya en la segunda parte. El lateral maniobró como un nueve para rebañar al borde del fuera de juego el rechace de un cabezazo de Postigo. El gol tocó el orgullo del Valladolid, pero era tarde para reponerse del golpe. Con la patada de Alcaraz a Postigo, pese a lo mucho que se lo pensaron desde el VAR por si estaba dentro o fuera del área, las cosas no se movieron de su sitio, que es lo que tocaba.