Roger recoge la bandera de Juan Puig

El Levante repite la hazaña de hace ocho décadas, que motivó un recibimiento a los semifinalistas desde Segorbe al Cabanyal

Roger recoge la bandera de Juan Puig

Roger recoge la bandera de Juan Puig / vicent chilet. valènciavicente linares. València

vicent chilet / vicente linares. València

Para entender la trascendencia deportiva y emocional del paso a semifinales del Levante UD en la Copa del Rey, hay que remontarse a la última vez que el club levantinista logró una proeza de ese estilo, en junio de 1935 tras apear al FC Barcelona en las semifinales por 3-0. El nombre de la entidad era distinto, con el Football Club de apellido previo a la fusión con el Gimnástico, los colores eran otros (blanquiazules) y el mote actual de «granotes» de origen gimnastiquista, tampoco se había incorporado a la iconografía del futuro renacido club. Sin embargo, la emoción entonces fue idéntica a la del gol de Roger Martí al Villarreal en el último minuto de la prórroga. Los rigores provocados por la pandemia de covid-19 impidieron una celebración popular como la de hace más de 80 años.

El periódico El Mercantil Valenciano describió con todo lujo de detalles la magnitud de la gesta. El viñetista Masiá dibujaba a un jugador levantinista, con gorrito de marinero y subido a un carro de combate, disparando balones a un futbolista del Barcelona, que con su barretina huía a la carrera del asedio. «El Barcelona va a Zaragoza y se queda en el charco». Y el redactor Juan Deportista relataba el regreso de los «equipiers» levantinistas, recibidos por todo lo alto en València, y especialmente en el distrito marítimo. «Ayer fue un día de júbilo para los deportistas valencianos, especialmente para los de las barriadas marineras, que prepararon un brillante recibimiento a los muchachos que tan bravamente han eliminado en el campo del Torrero, de Zaragoza, al prestigioso FC Barcelona».

El periodista de esta casa comenzaba su relato con la crónica del regreso de los semifinalistas de la Copa de España desde Zaragoza. Bajaron en varios coches particulares y pararon a almorzar a la altura de Teruel, en el Hotel Aragón, con la compañía de varios directivos y del alcalde de València, Manuel Gisbert Rico. El munícipe trasladó a los futbolistas que, a su llegada a la ciudad, les recibiría en audiencia en el Ayuntamiento.

«En las proximidades de Segorbe los jugadores blanquiazules se vieron sorprendidos por una caravana de cuarenta automóviles, cuyos ocupantes, en plena carretera, les ovacionaron y vitorearon por su sonado éxito», prosigue la crónica. A medida que la comitiva se acercaba a València, en cada paso por cada núcleo urbano que se encontraban, se corría la voz y los vecinos salían a saludar a los futbolistas. Ya por la carretera de Barcelona, la caravana de coches aumentó a la altura de Massamagrell. Y el paso por las calles de la ciudad hasta la plaza de Castelar fue triunfal.

El alcalde Gisbert felicitó a los semifinalistas con un breve discurso, correspondido con las palabras emocionadas del capitán Juan Puig. La presencia de aficionados era numerosa, pero el remate final les esperaba en el Cabanyal. Ya eran cerca de las ocho de la tarde y desde las 18:30 horas había concentrados aficionados en las proximidades del paso a nivel del Camí del Grau. Se reanudó la marcha hacia el distrito portuario. Las tracas empezaron a sonar y la comitiva avanzaba cada vez más lentamente hasta llegar a las oficinas del club. En los balcones todos los casinos y en los tranvías se colocaron banderines de la República, senyeres, distintivos del club y pancartas con frases de felicitación al equipo. Ya era de noche cuando los directivos rogaron a los periodistas que dejaran descansar a los campeones superregionales. El domingo les esperaba el Sabadell en las semifinales. El conjunto arlequinado acabaría con el sueño blanquiazul. La Copa de la República, dos años después, ofreció una revancha. Los nietos de aquellas alegrías, personificados en los Morales y Roger, tienen la oportunidad de volver a reescribir una historia que supera los renglones torcidos y desdibujados de décadas anteriores y que vuelve a apuntar a lo más alto.

Un vestuario sagrado y preparado para soñar

El secreto del éxito de este Levante que está haciendo historia en la Copa del Rey tiene mucho que ver con esto: «Tratamos de sacar un once porque confiamos en todos los jugadores de esta plantilla, porque todos merecían jugar un partido tan importante y lo digo así. Para mí el vestuario siempre es sagrado. Para mí la salud de un vestuario es lo que te lleva a alcanzar al final a alcanzar objetivos como el nuestro. Era muy importante...». La frase es de Paco López tras el partido que dio la histórica clasificación para las semifinales de Copa del Rey, pero ya con las pulsaciones bajas y es lo que mejor resume el estado de ánimo de este equipo. Al margen de las emotivas dedicatorias del técnico de Silla, el mensaje es claro.La disyuntiva en los días previos estribaba en si apostar de inicio ante el Villarreal por el grueso de futbolistas que en las anteriores eliminatorias habían conseguido el pase, un grupo en el que hay jugadores que no han gozado de tantos minutos en LaLiga como les habría gustado (Cárdenas, Toño, Coke, Rochina o Dani Gómez entre otros), o si cambiar y meter a otros más habituales en la competición de la regularidad. Paco López optó por la primera de esas dos opciones y pese a que la diferencie entre que salir mal o bien fue ínfima (o mejor dicho, la diferencia entre ganar el partido y pasar o perderlo y quedar eliminados) lo cierto es que el objetivo de la clasificación se logró, pero lo que es más importante, al mismo tiempo la «salud del vestuario» a la que hizo referencia el técnico sale más reforzada que nunca para afrontar unas históricas semifinales de Copa del Rey y lo que resta de campaña en LaLiga. Es cierto que la euforia del momento lo condiciona y lo magnifica todo, pero la celebración del gol de Roger con titulares, suplentes y técnicos (y hasta algún utillero y miembro del cuerpo médico) en una montonera lo refrenda con imágenes.

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