El proyecto de Peter Lim en Mestalla se sostenía únicamente desde la prosperidad deportiva, motor de ingresos que compensaba el estancamiento de la entidad en otras áreas, como la expansión de la marca del Valencia en mercados emergentes o la parálisis de proyectos patrimoniales, como el reinicio de las obras del nuevo estadio. Pero con el desmantelamiento en septiembre de 2019 del plan deportivo instaurado por Marcelino García Toral y Mateu Alemany se rompió un dique que ha ido inundando todos los frentes: la crisis deportiva con un equipo en desinversión que lucha por no descender. La revuelta social que ha adoptado variadas formas con tal de sortear las restricciones por la pandemia. Desde las concentraciones frente a Mestalla, a la innovación del arte protesta de @ItMustBeLove86, el nacimiento y la articulación conjunta de movimientos de oposición, en los que LibertadVCF ha cogido la delantera al lograr censar el 1% de acciones. Paralelamente, la presión institucional desde el Ayuntamiento subió de grado para apremiar al club en busca de soluciones para el nuevo estadio ante la caducidad inminente de la ATE (Actuación Territorial Estratégica) en mayo.

La batalla reputacional es la última que ha perdido el magnate singapurés. Hasta el momento, la crisis de Mestalla había quedado reducida a un ámbito menor, una disputa local cuya resonancia se diluía dentro de los confines de la propia Liga mediatizada entre el Barcelona y el Real Madrid. Pero la decadencia de la imagen del club de Mestalla ya ha calado a nivel internacional. Ayer, el New York Times bajo el titular «Aclamaban al nuevo dueño como salvador. Entonces llegaron a conocerlo», repasaba en un amplio reportaje firmado por Tariq Panja el proceso de exaltación, desencanto y caída a los infiernos de Peter Lim en València. Panja, autor de libros de investigación sobre transferencias de fichajes, incluía en su análisis voces como la del abogado Gaspar Romero, el periodista Paco Polit y enlazaba con la exclusiva que este pasado miércoles publicaba Levante-EMV sobre la sanción de la FIFA al Benfica con una sentencia que afeaba la manera de entender el negocio del fútbol por parte de Lim.

No basta con la «Class of 92»

La potencial exposición del Valencia a una sanción por el clausulado de las garantías de ocho futbolistas en los préstamos que vencen en septiembre, presenta un recorrido hipotético y a largo plazo. Pero sí ha tenido un efecto inmediato en la imagen de Lim, bajo el sello del organismo de mayor autoridad en el fútbol mundial. La difusión de la sentencia de 2018 ha ahondado en la idea ya extendida de que Peter Lim antepone la protección de sus intereses de especulación en el mercado al de los clubes con los que participa, ya fuera para adquirir derechos económicos, como en el Benfica en 2014, como para dirigir una entidad como máximo accionista. Otros artículos, desde el magazine inglés When Saturday Comes o el portal francés de Eurosport aportaban ayer en sus ediciones reportajes críticos con el momento de Lim. «Atractivo limitado. Con una plantilla tan hueca como su estadio inacabado, el ambiente en Valencia es más agrio que nunca», describía WSC. «Valencia. Institución burlada y resistencia», relataba Eurosport, que detallaba la «resistencia organizada» contra Meriton.

Hasta el momento Meriton había parecido controlar la extensión de la crisis a nivel internacional. Primero porque en su recorrido en el sector del fútbol, Peter Lim ha hecho ostentación de sus buenas conexiones y amistades. Jorge Mendes, José Mourinho y sobre todo la denominada «Class of 92»: Beckham, Scholes y los hermanos Neville, entre otras leyendas del Manchester United con las que comparte negocios en el Salford City, equipo semiprofesional de la periferia de Manchester, o en el Hotel Football. Confeso seguidor del equipo de Old Trafford, Lim involucró a los Neville en el Valencia porque estaba convencido de que lograrían importar a Mestalla el modelo de «autenticidad futbolística», que tanto le había embelesado cuando abrió una franquicia oficial de cafeterías del United por toda Asia, a principios de este siglo. La adoración hacia el único equipo por el que respira un sentimiento aproximado a la idolatría tradicional, también se remarca en la pieza del New York Times: «El afecto de Lim por el Valencia, el gigante español caído, no era tan profundo. Notaron que pasó la final de Copa de 2019 en un palco privado con su amigo Beckham, pero no visitó el vestuario para felicitar al equipo.»

Con la crisis ya desatada, el Valencia se esforzó más en limpiar su imagen internacional que en remendar al equipo. El club concedió entrevistas a medios internacionales en las que se proyectaba una imagen idílica de la situación. Así sucedió con un encuentro organizado por LaLiga con el presidente Anil Murthy y periodistas extranjeros. Otras, como la concedida a The Athletic, obtuvieron el efecto contrario al deseado y alimentaron el incendio social. El club también ideó una publicación, Batzine, de apariencia informal para «expandir la imagen del club» a nivel internacional. Sin embargo, más allá de entrevistas oficiales, el tono del fanzine ha sido el de revanchismo hacia exjugadores como Parejo o contra la propia masa social crítica con el proyecto, con insinuaciones de acusaciones de racismo. La soledad de Lim aumenta. También la cuenta atrás del cúmulo de contingencias que asfixian al club al que ha dejado desasistido.