El Valencia ha sumado cuatro de los últimos seis puntos, una marca sin relevancia salvo por el detalle de que la errática trayectoria del equipo de Javi Gracia la convierte en noticia. De la victoria agónica contra el Elche al punto que supo a poco contra el Athletic ha habido una ligera mejoría. Nada para lanzar las campanas al vuelo porque el primer rival es el más débil de la categoría y el segundo iba de bajas hasta las trancas, pero sí al menos para dejar de dar tumbos. Aunque se intuya que no son los que él habría elegido, el técnico tiene refuerzos para elevar la competitividad y a eso hay que agarrarse para dar la talla.

El partido contra un Madrid al que se arrasó a base de penaltis en Mestalla es lo que faltaba para alimentar el resquemor que rodea estos envites. Los últimos arreones del equipo de Zidane para no descolgarse del Atlético, que ayer no falló, junto al recuerdo de lo ocurrido en la última visita a Valdebebas, donde a Rodrigo le limpiaron un gol, añade más morbo y presión a una cita que sigue siendo un clásico pese a la venida a menos obrada por Lim. La crítica velada de Gracia al distinto rasero de los comités es la guinda del pastel. Él lo verá desde la grada, Guillamón desde casa. Ante la necesidad de armar el once con uno de los defensas menos habituales, tanto la lógica como los ensayos apuntan a que será el turno de Ferro. Después de las probaturas, la titularidad del portugués parece la más fiable, al menos la de mayor cotización si se compara con Mangala. Los demás serán los mismos de Bilbao, donde el único de los tres fichajes que debutó fue Cutrone. Haber encontrado, por fin, un equipo tipo, es otra de las notas positivas que respaldan a un Valencia del que emana el mensaje más ambicioso en semanas.

Fiabilidad

Gracia ha dejado de experimentar y al menos da por buena una selección de futbolistas realista que prácticamente no levanta discusión. Con la eterna esperanza de Guedes asomando, sólo falta encontrar a los que siguen extraviados, en especial a Maxi. El problema de eficacia salta la vista, aunque tal y como está la Primera, antes que reencontrarse con el gol puede ser más importante no perder el equilibrio. En San Mamés el empate de Paulista llegó a balón parado y el 1-0 de un mal repliegue.

La permanencia no es matemática, pero a poco que se den los resultados será virtual, lo que deja a los blanquinegros en la orilla de un último tercio sin el agua al cuello. Eso sí, para pensar en algo más habrá que dejar pasar unas cuantas jornadas, no vaya a ser que vuelva a ocurrir la del cangrejo.

Delante estará hoy un Madrid en fin de ciclo, con Zidane descontando los días para irse si es que no lo echan antes. A la espera de la Liga de Campeones y con medio equipo todavía en la enfermería, el equipo blanco boquea y lo fía todo a sus ya remotas opciones de conectar con el Atlético. Por lo demás, cualquier parecido de este Madrid con un aspirante al título es fantasía. Nada más gráfico que la última victoria contra el Getafe con tres centrales y Marcelo en plan estrella. Benzema, que al Valencia le tiene cogida la medida, es la amenaza.