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RASO Y JUNTO AL PALO

El Valencia, peor que el que descendió

Gayà, en una imagen de archivo

Estaba cantado, Javier Gracia tenía que ser la víctima propiciatoria en un club en el que el máximo accionista había dejado la plantilla en bragas. Estaba cantado, que la falta de victorias tendría como culpable principal al entrenador. Estaba en los romances de los mercados, que la falta de ambición de algunos jugadores tendría como responsable al técnico. No había dudas de que la pésima actuación del jugador más caro de la historia, el portugués Guedes, se la cargarían al jefe del banquillo por no saber motivarle.

Era previsible que los amores al club difuminaran la calidad de algunos futbolistas y en esto no tiene que ver el entrenador. No había duda de que la venta de los mejores y el contrato de jugadores cuya calidad no está aun contrastada, no iban a producir el teorema de Arquímedes. Estaba en la conciencia de la mayoría de los opinadores de que no convenía poner en duda la importancia profesional de algunos jugadores porque ello podía crear más inquietud de la debida en el vestuario.

En los medios debería haber una confesión pública y no solo con golpes de pecho, para decir que se defendió a la plantilla a pesar de que a más de uno le pese en exceso la camiseta. En los medios no se ha dicho la verdad. Ha sido doloroso tener que afirmar que la plantilla actual no es mejor que la que envió al club a Segunda. No se ha hecho y ello ha tenido como consecuencia que se confiara en fuerzas donde no las había. Hablando en plata este no ha sido nunca el elenco que los aficionados habrían deseado para su Valencia. Y de ello, aunque entra en los cálculos de las murmuraciones la figura de Javi Gracia, aquí no hay más responsable que Peter Lim y, de consuno, su acólito Anil Murthy.

Posdata. Las declaraciones de Gayà fueron verdad incontestable. Sería de desear que sus colegas, en lugar de reprochárselo, tomaran nota.

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