Con honor y peleando como un jabato contra las adversidades. Así se despidió el Levante de jugar la final de Copa, un sueño en pie hasta la segunda parte de la prórroga. Aunque el mazazo se veía venir, un tiro blando de Berenguer dejó a los granotas en la cuneta. El balón pellizcó a Vukcevic y confundió a a Aitor, que nada pudo hacer para evitarlo. Con plomo en las piernas, tampoco nadie había salido a cerrar el disparo. A esas alturas para el equipo de Paco López era misión imposible aguantar las embestidas de un Athletic mucho más entero.

Con más recursos a su disposición, Marcelino se guardó todos los cambios para la prórroga. Todo lo contrario que le ocurrió al Levante, con una marcha menos y sin referentes en el tiempo extra como Morales y Roger. Fueron muchas las adversidades para un equipo fundido físicamente. Sobre todo por el cúmulo de desgracias en el centro del campo, el escenario de una batalla con la que se empezó a perder la guerra. A los medios que se rompieron en la ida se unieron los que cedieron en la vuelta, que fueron todos: Róber Pier, Rochina y Malsa.

Faltó el último arreón para convertirse en leyenda después de haber hecho historia. En un partido nunca visto en Orriols, con tramos apasionantes, al equipo no se le puso cara de ganador ni con el gol de Roger que le permitió adelantarse en el marcador. La intensidad y la presión del Athletic, al límite en todas las acciones y sin apenas amarillas, fue apabullante desde el inicio. No hubo respiro, con un ritmo trepidante desde que Raúl García descargó un disparo seco a los cinco minutos y de inmediato le replicó De Frutos con un remate poco ortodoxo. Se trataba de controlar el partido también mentalmente: el Athletic estaba obligado a marcar y el Levante trató de aprovecharse de eso, al menos hasta que Paco fue Paco y quitó a Róber por Bardhi.

El Athletic entró mejor. Percutió por la banda derecha y se adueñó de la medular, donde a Rochina le pudo el ímpetu de irse arriba y a Róber la querencia por meterse atrás. Aun así resultó que el primer gol lo marcó el Levante, producto de una jugada impropia del voltaje con el que se jugaba. La empezó Morales con un caño, la continuó Rochina con una asistencia con el exterior y la convirtió Roger con un perfecto pivotaje. Aunque la alegría duró poco. A la carrera Williams trituró a Vezo y Duarte, que venía desequilibrado por la pugna desde la frontal, placó a Raúl García, inteligente para forzar el penalti. Aitor le adivinó el lado, pero el tiro fue inapelable. Marcelino, aferrado a un rosario, no quiso ni verlo. Empezaba así meterse en otra final copera de manera consecutiva.

Fundidos

Pese a las escurridas de De Frutos y lo soberbio que volvió a estar Clerc, el Levante acabó pidiendo la hora en el primer acto. Y eso que la jugada clave se produjo al borde del descuento cuando Yeray cortó un centro de Miramón y el balón se estampó contra el palo. El conjunto de Paco no acababa de impregnarse de su estilo y carácter. Ni siquiera lo consiguió con un once sin hueco para el debate, con el mismo dibujo 4-1-4-1 de San Mamés y Aitor en la portería. El Levante volvió de los vestuarios más asentado gracias a Bardhi, que buscó el gol a balón parado. Pero las ocasiones siguieron siendo del Athletic.

Estaba cantado que el desgaste físico pasaría factura, sobre todo al Levante. Muniain, también con rampas, fue víctima de un oportuno resbalón en el último momento. Se mascaba el gol, sobre todo cuando Berenguer cabeceó fuera tras fallar Aitor de puños. A la siguiente el portero respondió sacando con el pie un centro al área pequeña. A la desesperada Paco reorganizó el centro del campo, oxigenó la delantera y fue capaz de acabar el partido, antes de la prórroga, en el área rival. Sin embargo, a la prórroga llegó vencido.

Quitando una falta escorada de Bardhi en la que voló Unai Simón, el Levante se aferró al partido como pudo pero después de casi dos horas de esfuerzo se le soltaron los dedos.