El Valencia se deshizo del Granada con una autoridad antigua, prepandémica, en un partido sin apenas sobresaltos, salvo el sufrimiento del gol en el descuento de Roberto Soldado, delantero de incombustible ambición. Pero condicionar las conclusiones del encuentro con los agitados minutos finales, no sería un juicio justo con la actuación del equipo de Javi Gracia. Se vio a un bloque suelto, que decantó el encuentro con un gran gol de Daniel Wass a los tres minutos y pudo haber sentenciado antes del descanso. Álex Blanco resolvió en la segunda mitad, a pase de un Gonçalo Guedes cuya recuperación lleva camino de ser la gran noticia valencianista del final de la temporada. Los blanquinegros sacaron partido de un rival con resaca europea y se instalan en mitad tabla.

Fue una tarde bajo control, en un partido por fin nítido, como cada una de las retransmisiones de José Manuel Reina, el valencianista más añorado ayer en Mestalla, fallecido por coronavirus y al que sus compañeros de profesión le tributaron homenaje. Las victorias, derrotas, finales y títulos marcan la biografía de los clubes, pero estos no se pueden entender sin un relato paralelo como es el factor humano que les rodean. La grandeza del Valencia la marca también la huella de utilleros como Españeta, de jugadores que se vincularon de por vida como Juan Cruz Sol o de técnicos de radio, tipos profesionales, buenos y leales, como José Manuel Reina.

A los nueve minutos de juego, Rui Silva abroncaba a sus compañeros, en mitad del silencio primaveral de Mestalla. Les pedía concentración, entrega, mayor ayuda para detener el inicio eléctrico del Valencia, que ya se había adelantado con un gol de Daniel Wass, y acababa de evitar el segundo, con un remate de Álex Blanco.

El Valencia se propuso tumbar el orden del Granada convocando el desorden. Con un equipo muy abierto, con entradas sorpresivas tanto en banda como al remate en segunda línea y constantes llegadas en superioridad numérica. Era un Valencia muy fresco mentalmente y dinámico en sus movimientos. En ese caos sincronizado, Gayà marcaba las diferencias, pegado a una línea por la que percutía como un equilibrista. Ensanchaba tanto el campo que descosía la distancia entre los defensores granadinos, ofreciendo huecos para quien se incorporase al remate. Así se originó su asistencia a Wass, con un envío tenso que el danés definió con sutileza en el desmarque al primer palo, al más puro estilo de Jean Pierre Papin.

El gol en contra obligó desde muy pronto al Granada, sin sus laterales habituales, a estirarse. Los de Gracia no querían especular y esperar al probable cansancio en la segunda parte de los nazaríes, con el kilometraje extra en sus piernas de la participación europea. Después de la ocasión de Álex Blanco, Guedes y Racic contaron con ocasiones a bocajarro. En un error de cálculo, Germán dejaba que saltase un balón largo, y se cobraba una amarilla después de que Maxi le ganase la carrera al interponer su envergadura. El delantero uruguayo erraba luego una contra ventajosa en el pase final.

La serenidad de Guedes

El marcador ajustado daba un aliento extra al Granada, y Diego Martínez lo interpretó moviendo el banquillo al descanso, fortificando la medular que dominaba Carlos Soler. La entrada de Darwin Machís (que se lesionó al cuarto de hora) y Montoro equilibró el partido y obligó al Valencia, de confianza quebradiza, a replegarse. Los visitantes seguían consumiendo sustituciones, con Antonio Puertas y Jorge Molina, que entró por el efímero Machís. Un golpe anímico que acusó el rival blanquinegro. Al Valencia le faltaba el balón, pero aplicó contundencia. Despertó con un disparo seco desde la frontal de Racic, y casi a continuación, se sentenciaba el encuentro. Gran parte del mérito hay que atribuírselo a Guedes. El luso robó la pelota a Yangel Herrera y filtró en profundidad a Álex Blanco, que empieza a crecer con continuidad en este tramo de campeonato. El extremo canterano resolvió de tiro cruzado ante la salida de Rui Silva. Desde que los focos le apuntaran en Valdebebas, y con su presencia en la Eurocopa casi descartada, Guedes se ha vaciado de ansiedad. Sus regates tienen serenidad. Decidió la remontada contra el Villarreal, fue de los poco potable en el derbi ante el Levante UD.

El escenario, por inusual, acusó el conservadurismo de Gracia que no retocó al equipo hasta faltando 12 minutos, con la entrada de Kang In Lee. Solo faltó, en una tarde plácida, el gol de Maxi Gómez, peleado con las rachas. En mitad del arreón final del Granada, el delantero sanducero contó con dos contragolpes inmejorables. En el primero burló la salida de Rui Silva y, a trompicones, chutó pero Domingos Duarte la sacó bajo palos. En el siguiente intento, la sed de diez jornadas sin marcar le traicionó y prefirió disparar pese a que Guedes entraba solo al otro palo. El tercero no llegó y el Granada metió el miedo en el cuerpo en los minutos finales con el tanto de Roberto Soldado, que conoce como pocos su profesión y se aplica en ella con el entusiasmo de un niño.