La postal al final del partido resultó reveladora de las contadas virtudes y excesivas limitaciones del Valencia, que había entregado la cuchara cuando un trallazo de Soler a la escuadra de Ter Stegen le dio una dimensión inesperado a los últimos minutos. Fue una resurrección tardía después de haber desperdiciado muchos minutos y hasta un gol de ventaja, el que marcó Gabriel Paulista nada más volver del descanso. Al equipo de Javi Gracia se lo llevó la corriente, entre otras cosas, por su torpeza en los momentos claves. Forzado por las circunstancias, Diakhaby terminó en el sitio donde el entrenador había experimentado con Lato, autor del penalti y fuera de la foto por lesión en la jugada que precipitó la remontada. A seis puntos del descenso faltando 12 y jugando con el piloto automático para que corriera el tiempo desde los goles de la remontada, fue flagrante durante un buen rato la ausencia de alguna tentativa para levantarse. Una sensación que empezó por el banquillo, con solo un cambio y además por obligación. Tan solo quedaban diez minutos cuando salieron Oliva y Gameiro por el qué dirán. Un arrebato como el de Soler no estaba en el guión, aunque fuese para no dejar el pabellón de los blanquinegros tan por los suelos.

El vacío a los fichajes ya no sorprende. Exprimida la confianza en Diakhaby, Gracia se inventó a Lato de tercer central. El chaleco anti-balas del 5-3-2, inspirado en la reciente sorpresa del Granada, fue tan simple como efectivo, al menos hasta que saltó por los aires con dos centros desde la izquierda de Jordi Alba. En su pelea por el título, del que se resiste a soltarse, el Barça no tardó en constatar la vulnerabilidad de una propuesta en la que se debía rozar la perfección para que surtiera efecto. Bastó con un par de minutos para ponerla en cuestión. Pese a la acumulación de futbolistas por el centro, las primeras oportunidades llegaron justo por ahí. Y es que, por más seguridad que diese tener por el retrovisor a Cillessen, el Barça llegaba con mucho peligro. Los pases iban en cadena hasta que Messi o Griezmann daban el último en profundidad al área pequeña. Sin embargo, el atasco estaba en las alas, mucho más por la derecha que por la izquierda, donde Jordi Alba avisó bien pronto de lo que se vendría encima al poner en aprietos un par de veces a Correia.

El único rebelde

Aunque de más a menos, lo mejor del Valencia volvió a ser el bullicio de Guedes, el único rebelde en un equipo falto de gatillo, una carencia que se observa especialmente en la pólvora mojada de Maxi Gómez. La única manera de enfocar la portería visitante fue penalizando los desajustes del Barça a base de transiciones. Así llegó la gran oportunidad de la primera parte. Guedes aprovechó un renuncio de Araujo para lanzar una contra que Gayà acabó con un tiro cruzado que se le escapó fuera. Cinco minutos después, otra desatención obligó a aparecer a Ter Stegen. En su intervención más preclara, Maxi se limpió a dos rivales con un cabezazo para la internada otra vez de Gayà. Llegando desde atrás, Racic remató con la superfície inadecuada. El plan iba funcionando.

Con el paso de los minutos, el equipo de Gracia empezó a gestionar mejor el balón, con los centrales abiertos en fase ofensiva, Gayà pisando área en las transiciones y Soler arrancando y frenando, la especialidad de la casa. Lato, que arrancó nervioso y jugando para atrás, fue creciendo y cortándolo todo, incluido un centro en boca de gol que le quitó de los pies a Griezzmann.

En la partitura que mejor interpretan, Guedes y Soler armaron una contra a la carrera nada más volver del descanso. Fue el origen del gol. El valenciano condujo y el portugués, que se metió un sprint supersónico, lo hizo todo bien salvo elegir la superfície de contacto en el disparo. Ter Stegen despejó a córner y en el saque se rompió el partido. El balón llegó limpio a Paulista en el segundo palo para que lo cabeceara a la red. El gol dejó grogui por unos minutos al Barça, al que Correia tuvo la oportunidad de sentenciar en la siguiente contra. Y ya se sabe qué pasa cuando se perdona a un equipo que se está jugando la liga.

En su última jugada antes de lesionarse, Lato empañó su hasta ese momento buen partido cuando se le hizo bola la responsabilidad y sacó a pasear unas manos de chiste para evitar que el balón le llegara franco a De Jong. Por partida triple, la mala suerte se volvió a cebar con el Valencia. Aunque se habría repetido porque porque estaba adelantado, Cillessen paró el penalti mientras que Paulista puso el muslo y escupió el primer rechace de Pedri. Sin embargo, ya no hubo remedio para el segundo, embocado por Messi para poner el empate y resarcirse del error en la pena máxima. Sin vuelta atrás, la remontada no se hizo esperar. Lato volvía a su posición tras ser atendido en la banda cuando Alba metió otro centro de nuevo a la testa de De Jong.

El remate en ventaja de su compatriota exigió una estirada de Cillessen, vencido cuando Griezmann se aprovechó del rechace de la misma manera que había llegado el 1-1. Ahí se acabó realmente la contienda. El Valencia, salvo el arreón con Soler de los últimos minutos, ya no se encontró y Messi le puso la puntilla con una falta que dio en el palo antes de besar la red. Después de que Diakhaby flirteara con otro penalti por manos, el 2-3 cogió frío hasta al propio Valencia.