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Raso y junto al palo

Salvar el honor español

El Villarreal ha conseguido una final europea. Ha sido el sueño hecho realidad. Ha sido la revancha moral contra aquel penalti de hace quince años no marcó el inolvidable Román Riquelme al Arsenal. El equipo villarrealense ha salvado el honor del fútbol español, eliminados de Liga de Campeones Barcelona, Atlético y Real Madrid además de los compañeros de viaje en Liga Europa, Real Sociedad y Granada. Ha tenido que jugar cinco semifinales para llegar a la meta. En el momento justo ha sido como aquellos esprints del campeonísimo Juan Bautista Llorens. La final se disputará en Gdansk, ciudad histórica gracias a Lech Walesa. En los astilleros de la ciudad polaca el Submarino tratará de surcar a flote. En todas partes se recuerda el hecho de los 50.000 habitantes de la ciudad. Ser de pueblo, en fútbol ya no es menosprecio aunque hace ya más de veinte años el club ascendió a Primera.

La primera aparición del Villarreal en el Bernabéu fue recibida con una pita escandalosa. Los villarrealense que estábamos del estadio nos peguntábamos que les habíamos hecho. Quizá a los anfitriones les pareció que mancillábamos el honor patrio. Encima, Craioveanu marcó el primer gol del partido. Salimos derrotados y en ABC se publicó una crónica en la que el periodista se lamentaba de que en la División de Honor hubiera equipos como el Villarreal. Han pasado veinte años a caballo de tres décadas y el Submarino fue en la noche del jueves, el equipo de España. Nos quedamos sin enemigos porque esta vez se trataba de lavar las afrentas recientemente recibidas.

Desde el punto de vista de la moral deportiva el equip groguet, ha evitado que en año de brexit el futbol continental fuera totalmente británico. Habrá tres finalistas, pero el cuarto se ha quedado mirando al tendido. Quienes conocimos el viejo Madrigal, en el que además jugamos incluso vestidos de amarillo, no podemos sentir mayor emoción ni satisfacción por ver al equipo de pueblo en lo alto de los podios continentales. En aquellos tiempos éramos muy valencianistas porque Mestalla era nuestra referencia. Ahora, al cabo de los años nuestros sentimientos futbolísticos están volcados en la gloria del Villarreal y la desgracia del Valencia. Ambas circunstancias se dan porque mientras el club villarrealense está magníficamente dirigido por un valenciano, Fernando Roig, el de Mestalla está en manos de un malversador, especialista en cuentos chinos.

Viví las noches de aquella Liga de campeones en que Riquelme tuvo la desagracia de no marcar de penalti, Antes, el Vasco Arruabarrena había batido el Inter. Nos habíamos codeado con la elite europea. Ahora, también entre los grandes, hemos crecido.

El Villarreal, tan especialista en perder partidos en los últimos minutos del partido, esta vez soportó los impulsos desesperados de los ingleses. Sólo en aquellos momentos maldecimos la idea de los entrenadores de alienar al portero suplente para partidos de Copa. Rulli no está para un gran acontecimiento como este. Emery debe dar paso a Asenjo. En la primera gran final hay que correr con el menor riesgo posible.

Villarreal, el poble europeu, vivirá la final con la pasión que se nos privó en ocasiones anteriores. Por una vez seremos el equipo de España. No del régimen como fueron otros.

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