El Levante no merecía salvarse de mala manera. Aunque hubiese perdido anoche, hoy o quizás mañana habría logrado la permanencia matemática desde casa casi con total seguridad, pero no habría sido justo. Es cierto que el fin de temporada tras el KO copero se le ha hecho demasiado largo al conjunto granota y lo acreditan las seis jornadas que encadena sin ganar sumando apenas dos de los últimos 18 puntos posibles, pero no lo es menos que el equipo volvió a demostrar anoche que tiene corazón. Gracias a eso sumó un puntazo tras levantar dos veces un marcador adverso que le sirve para cerrar la permanencia ante un rival que se estaba jugando la Liga y que, dicho sea de paso, se deja más de medio título en Orriols.

El Barça arrolló de inició y tan solo la falta de instinto asesino de Pedri -el canario tiene muchísimas cosas, pero eso parece que le falta- y una gran parada de Aitor evitaron que se adelantase en sus dos primeras llegadas. El inicio no fue demasiado halagüeño, pero sería injusto no admitir que la primera secuencia de pases encadenados por los granotas medianamente larga en el minuto 7 cambió algo el panorama. El Levante le discutió un ratito la posesión a su rival, le creó algún problemilla presionando con el bloque alto y tuvo hasta una ocasión en la que Toño, tras un resbalón de Dembelé, no tuvo la precisión necesaria para sacar un centro raso que encontrase rematador.

Los granotas habían perdonado la que habían tenido y acto seguido el que no perdonó fue Messi en su enésima combinación con Jordi Alba. El argentino remató en escorzo y de semivolea un servicio del lateral zurdo para hacer el 0-1 y superada la media hora Dembélé se fue en velocidad de De Frutos y Duarte para ceder un balón atrás que Pedri, esta vez sí, empujó a la red.

En esa fase del encuentro el conjunto granota era un encefalograma plano, pero algo sucedió en el descanso. El Barça sustituyó al renqueante Araujo en el descanso y pasó a una línea defensiva de cuatro, circunstancia que se unió a una briosa salida granota en ese segundo acto que le llevó primero a recortar distancias en un centro de Miramón cabeceado por Melero (1-2) y poco después a igualar el encuentro en una volea cruzada de Morales marca de la casa tras pérdida de Messi y combinación con Roger que hacía pensar en una gesta granota (2-2).

Los levantinistas habían logrado lo más difícil levantando la doble desventaja, pero aún quedaba una muestra más del alma que caracteriza a este equipo. Apenas mantuvo el empate cinco minutos, el tiempo que tardó Dembélé en aprovecharse de un balón suelto para fusilar a Aitor. En esa acción Griezmann le da un leve puntapié a Miramón y esta temporada por mucho menos que eso hemos visto invalidar goles, pero ni Munuera Montero en el césped ni Soto Grado en el VAR quisieron saber nada de la acción. A cualquier equipo vulgar ese directo a la mandíbula lo habría enviado a la lona, pero este Levante aún tiró de coraje para reaccionar en la recta final.

Sin olvidar el contexto, que ante un rival que se jugaba LaLiga es muy de valorar, un centro de Toño desde banda izquierda punteado por Sergio León en el primer palo sirvió para devolver las tablas al marcador (3-3) a falta de siete minutos para que se cumpliese el tiempo reglamentario. El Levante sumaba un puntazo que por la forma y por el fondo le debe hacer acabar la temporada sin urgencias y con una sonrisa. Era de justicia.