El gol de Araujo retrató al Barça de Koeman. Un Barça primitivo, colgando balones al centro del área en busca de torres que le dieran un botín. Por mínimo que fuera. El uruguayo saltó en busca del balón, pero no llegó. En primera instancia, no remató. Pero le dio tiempo a levantarse del suelo mientras Piqué, otro delantero centro a la fuerza, conectaba con Gavi, prólogo del delicado centro a Araujo. Y el gol del defensa para sintetizar la pobredumbre que estrangula desde hace años el juego azulgrana.

Joan Laporta, el presidente azulgrana, le removían los demonios en el palco, mientras medita la destitución de Koeman, un técnico que no ha sentido jamás suyo.

"Si ves la lista, si ves los convocados, ¿qué hay que hacer? Jugar tiki-taki, tiki-taki. Hemos hecho lo que tuvimos que hacer, intentar cambiar el partido de otra manera", dijo el entrenador, ya cansado y harto de que se debata sobre el abandono del estilo que ha vivido el equipo en los últimos tiempos.

Su futuro está condicionado al día a día. No hay más margen y el tiempo se le acaba. El club busca un entrenador que no sea interino. Alguien que pueda ser lo que consideran "un técnico de mandato", lo que complica aún más la elección del sustituto de Koeman, condicionada además por la falta de recursos económicos.

Ya fue Laporta al mercado en el verano y no encontró lo que buscaba en aquellos 15 días de "reflexión", que terminaron con el neerlandés debilitado, pero siguiendo en el banquillo del Camp Nou. Ahora, el dirigente se encuentra en la misma encrucijada con el gravísimo problema de tener la competición en marcha y los grandes entrenadores fuera del radar del Barça. Fuera tanto económica como deportivamente.

Los nombres se suceden (Robert Martínez, Xavi, Cocu, Löw…) y se repiten, falto como anda el Barça de una estructura que tome la elección adecuada, aguardando a ver si Laporta tiene la templanza y serenidad que exhibió en el 2003 tras el mal inicio de Rijkaard o se comporta como Bartomeu en el traumático y estéril intercambio de Valverde con Setién (enero del 2020). 

Araujo cabecea el gol del empate con el Granada en el Camp Nou. FCB

Koeman, entretanto, jamás ha sentido la confianza del presidente, que llegó al cargo a inicios de marzo pasado. Y desde entonces, más allá de unas cariñosas y diplomáticas palabras en el discurso de investidura, han tenido una compleja cohabitación. Pura diplomacia de Laporta que ocultaba, sin embargo, un desencuentro que se hizo evidente con la pérdida de la Liga la pasada temporada, aunque tuvo tiempo el dirigente de festejar, con visita incluida al vestuario, la Copa del Rey, único título en dos años.

El Barça está en involución permanente, capaz como es de pasar de un tridente formado por Messi-Neymar-Suárez (2017) a un ataque formado por un trío tan inusual: Luuk de Jong, Piqué, que salió de nueve puro, ni se acercó a Ter Stegen, y Araujo, que enarboló la bandera de la esperanza. 

Ronald Koeman. Jordi Cotrina

"No tenemos jugadores que tengan uno contra uno o velocidad. ¡No voy a decir más! Parece que tengo que dar argumentos en todo y creo que hay que destacar la actitud del equipo", sostuvo con vehemencia Koeman, hastiado de tanta discusión en un club que ha vivido cuatro años de decadencia sin fin erosionando así el modelo hasta convertirlo en una piltrafa, con Messi viviendo tristemente sus primeros días en París, atormentado Laporta por la herencia deportiva y económica recibida de Bartomeu.

En 18 meses, el club está a punto de consumir tres entrenadores. Ernesto Valverde fue despedido de mala manera en enero del 2020, consumándose el desastre de que por vez primera desde hacía dos décadas un técnico era echado a mitad de curso. Llegó Quique Setién y duró ocho meses. El 2-8 de Lisboa fue su epitafio.

Apareció Ronald Koeman para pilotar la etapa más compleja de la historia contemporánea del club, abandonado a mitad de camino por la dimisión de Bartomeu unido al burofax de Messi que provocó una temporada caótica. Y Laporta, ahora, planea hacer lo que quiso hacer en verano, pero no pudo. También quiso quedarse con Messi, pero tampoco no pudo. Medita el presidente despedir al entrenador neerlandés, aunque entonces la falta de un recambio frustró ese deseo.

Laporta, junto a Koeman, visita la ciudad deportiva. FCB

Sin estructura interna

¡No voy a hablar más de mi futuro!”, sentenció Koeman, consciente de que su futuro se agota, a no ser que Laporta cambie radicalmente de opinión. Sobrevuelan nombres, pero la cercanía del duelo con el Cádiz el próximo jueves compromete la postura de la junta, que por no tener no tiene ni un relevo en el Barça B ya que la figura de Sergi Barjuan no se antoja valiosa para cambiar el rumbo del primer equipo.

Ni tampoco tiene una estructura en la que pueda hallar el recambio interno para Koeman, a no ser que Laporta se lie la manta a la cabeza y apueste por Albert Capellas, que llegó al club para fortalecer la metodología en la cantera (no ha sido presentado oficialmente) y cuyo último trabajo en el banquillo se remonta a la dirección de la selección danesa sub-21.

Esas son las opciones de la casa ya que el presidente no quiere colocar a Jordi Cruyff (director del área de captación de talento internacional) en la encrucijada de ofrecerle, aunque sea de forma provisional, el cargo de entrenador. Y están, claro, los nombres de siempre: Xavi, a quien no quiso traer Laporta en el verano, Joachim Löw, el exseleccionador alemán, Philip Cocu, que dirigió a Memphis y Luuk de Jong en el PSV Eindhoven, Robert Martínez, el seleccionador belga, comprometido a corto plazo con la Liga de Naciones (juega la semifinal contra Francia), a quien el Mundial de Catar-2022 se le antoja lejano.

En el 2003, Laporta fue osado apostando por Frank Rijkaard, un técnico que llegó al Camp Nou tras descender a Segunda División con el Sparta de Rotterdam. En el 2008 mantuvo ese aire osado y atrevido con la elección de Pep Guardiola, cuyo mayor éxito era dirigir con éxito al Barça B, al que luego haría campeón de Tercera División. ¿Y en el 2021? En el verano mantuvo, casi en contra de su voluntad, a Koeman. ¿Ahora? Más de lo mismo. Calla y sigue buscando, pero sin éxito.

Mientras tanto, Koeman, que pisa cada vez un territorio más y más pantanoso, defiende con su palabra que el Barça se situara en las antípodas de su estilo en la segunda parte contra el Granada, tras recordar que en la primera mitad sí jugó con el 4-3-3. "Con lo que hay hemos hecho el máximo. No había delanteros en el banquillo. Buscamos otra manera de empatar o intentar ganar, poniendo a Piqué y Araujo arriba. Para mí hay que destacar esto y no que no es el fútbol del Barça. Una vez más, el Barça hoy en día no es el Barça de hace ocho años", sentenció el técnico. 

Y él, que se considera "un realista y no un oportunista", no tiene dudas. Laporta, en cambio, sí. Tiene muchas dudas de que sostener a Koeman sea la solución más adecuada, por mucho que este le recuerde al presidente desde la sala de prensa los escasos recursos que maneja en un club tan precario que ha perdido en un año a Suárez, Messi y Griezmann.

Aunque si Laporta quema ya el fusible del entrenador el foco pasará directamente al palco. "No tenemos mucha velocidad en banda. Coutinho es más de ir a dentro; Demir no es de ir en profundidad. Y es así. Con Ansu y con Dembélé tienes más profundidad en el equipo. Si no hay, no hay. Entonces, hay que buscar otras cosas y otras maneras. Entonces, perdonar si no me entendéis a mi. Si no me entendéis, la culpa es mía", confesó ya con un tono derrotado Koeman, sintiéndose desamparado e incomprendido. Y todos mirando a Laporta, en el centro del caos.