Nada más llegar a la ciudad deportiva de Sant Joan Despí tras el desastroso 3-0 encajado en Lisboa, la cúpula del Barça se reunió en las oficinas. Eran las tres de la madrugada. El futuro inmediato de Ronald Koeman estaba, de nuevo, sobre la mesa, con el tiempo echándosele encima al presidente Joan Laporta, atrapado, además, por el calendario ya que el equipo juega este sábado en Madrid ante el Atlético de Suárez y Griezmann, dos estrellas regaladas por el club.

Hay tres candidatos a suceder al neerlandés. Xavi Hernández, actual técnico del Al-Sadd y el líder del proyecto deportivo de Víctor Font, Robert Martínez, seleccionador belga que podría desvincularse de su cargo, previo pago de 1.8 millones de euros, pero después de la Liga de Naciones, o Andrea Pirlo, el exentrenador de la Juventus, según reveló Catalunya Ràdio.

Cada nombre es un mundo. Xavi supondría el retorno al origen buscando Laporta clonar el éxito que tuvo cuando apostó por Guardiola en el 2008, cuando venía de ser campeón de Tercera División con el Barça B. Robert Martínez es la vía más experimentada de las tres opciones, aunque sin tanta conexión ideológica con el 'cruyffismo', la filosofía que sirve de referencia deportiva y hasta vital al presidente.

Un Rijkaard 2.0

Pirlo, cuya única experiencia en la elite acabó de mala manera en la Juventus (había encadenado nueve 'scudettos' hasta que llegó él y sufrió en la última jornada para meterse entre los cuatro primeros y llegar a la Liga de Campeones), supondría la búsqueda desesperada por parte de Laporta de descubrir un Rijkaard 2.0. Entonces, el técnico neerlandés aterrizó en el Camp Nou tras bajar a Segunda con el Sparta de Rotterdam. Ahora, el entrenador italiano está en el paro tras su primera y fracasada experiencia en Turín, con lo que sería el camino más sencillo y barato para escoger al sucesor de Koeman.

En esa charla, que duró casi una hora, entre Laporta, Mateu Alemany, director de fútbol y máximo responsable de este área, Rafael Yuste, vicepresidente deportivo, y Enric Masip, el asesor del presidente, se abordaron todos los escenarios. Desde una destitución inmediata de Koeman, lo que obligaría a elegir a un entrenador interino para sentarse en el banquillo del Metropolitano, o aguardar al desenlace de ese choque contra el campeón para aprovechar el parón liguero para tomar la decisión de echar a Koeman y darle al nuevo entrenador, aunque sin los jugadores internacionales que estarán con sus selecciones, algunos días para poner en marcha su proyecto.

Todos los ojos en Laporta

A Laporta, que ya quiso sin éxito echar a Koeman en verano, le miran ahora desde todos los lugares. Desde el entorno, que le exige una decisión drástica asistiendo impotente a la tremenda involución del equipo (dos partidos de Champions, dos derrotas, 0-6 en total y un solo disparo a puerta en 180 minutos), y desde el interior del club, donde conviven diversas corrientes sobre el futuro del neerlandés.

Algunas personas abogan porque sea despedido hoy mismo; otros piden tiempo cuando el tiempo se agota. Pero, al final, la decisión será únicamente de Laporta, desprovisto ahora de la sólida estructura deportiva que tuvo en su primer mandato. Entonces, era arropado por la voz sabia de Johan Cruyff conectado con el trabajo diario de Txiki Begiristain.

Ambos mantuvieron a Rijkaard en su dramático inicio y después apostaron por Guardiola cuando un poderoso sector entonces de aquella junta, en la primavera del 2008, Laporta prefería la marca Mourinho. Ahora, en cambio, Laporta tiene una estructura difusa con Alemany al frente, secundado por Ramon Planes como secretario técnico, mientras Jordi Cruyff ejerce la función de director de scouting de fútbol internacional.

Por eso, todo depende más que nunca de Laporta, un presidente que nunca creyó en Koeman. Ni cuando se ganó el único título en los dos últimos años (la Copa del Rey) y mucho menos ahora cuando el Barça se desangra, comprometiendo su futuro en Europa.