La salud mental siempre ha incidido en el deporte, aunque en épocas pasadas no llegara a identificarse, definirse y saltar al plano informativo. Persistía en la anécdota, en leyendas como aquella de los trastornos gástricos que en los años 50 padecía Antonio Puchades, mito del Valencia, cuando antes de los partidos vomitaba toda la comida por los nervios acumulados, por la presión de representar al club de Mestalla, del que era estandarte.

Los programas pioneros llegaron a principios de los años 70, cuando en Estados Unidos se forman psicólogos deportivos de cara a los Juegos Olímpicos. Pero ha sido en los últimos años cuando figuras idolatradas del deporte como Simone Biles, Andrés Iniesta, Michael Phelps, Naomi Osaka o André Gomes han roto el estigma y han dado el paso hacia adelante de reconocer el bloqueo, la ansiedad y la necesidad de parar enfrente del gigantesco muro de la exposición pública, del peso de las expectativas, del culto al éxito, la presión de las redes sociales y la industria del deporte (patrocinadores, clubes, federaciones, medios de comunicación y aficionados).

La tenista japonesa Naomi Osaka. ED

El segundo capitán del Valencia, Carlos Soler, alertaba recientemente en una entrevista con el periodista Guillem Balagué que la opinión pública «cree que somos robots y no lo somos».

El canterano irrumpió en la élite antes de los 20 años con frescura, goles y reconocimiento, que con los años se han traducido en una exigencia que arrasa con la inocencia y puede ser abrasiva: «Eres consciente de tener una responsabilidad enorme, de que tienes detrás una gran masa social. Hay que saber llevarlo, siendo tan joven entiendo comportamientos de jugadores que se puedan encerrar en sí mismos y que la gente piense que es raro. Y ahora más con las redes sociales. Te puede crear un problema, no solo en el fútbol, sino en el día a día. La gente dirá que eres Dios y te pagan fenomenal. Y a lo mejor ese día no estás bien y no quieres pararte a firmar cincuenta autógrafos», relataba Soler, que en las redes sociales ha llegado a publicar la imagen de un león, como signo de fortaleza y templanza ante las críticas recibidas en un partido.

Álex Abrines, jugador del FC Barcelona. Vicent Chilet. València

En palabras del psiquiatra Miguel Verdeguer, los deportistas de primer nivel quedan expuestos a un «estrés crónico muy alto» que «mantenido durante el tiempo», acaba produciendo «el síndrome del burnout, de estar quemado», manifiesta a Levante-EMV.

Ante esa presión, algunos deportistas de élite «sienten la necesidad de parar o saltar un torneo para poder descansar» y poner el cuentakilómetros emocional a cero, antes de volver a rendir. Un paso valiente, que impacta en la opinión pública y sensibiliza la respuesta comúnmente comprensiva de la opinión pública ante una decisión de calado traumático en la carrera profesional de los deportistas.

El futbolista luso André Gomes. ED

Ante esta realidad, Verdeguer considera como clave insistir en la prevención, teniendo en cuenta que la trayectoria de la mayoría de deportistas empieza en la adolescencia, cuando no en la infancia, en disciplinas de explosión más temprana.

«Se ha combatido el estigma, y la prevención ya se ha institucionalizado a nivel global. La psicología y la psiquiatría aplicada al deporte se encuentran en los programas de muchas federaciones deportivas y en muchos países, sobre todo cuando se trata de disciplinas deportivas de alta competición, en Juegos Olímpicos o eventos mundiales.

Actualmente se está generalizando en el deporte de base. “Mens sana in corpore sano”. España el plan ADO ya lo incluye y muchos clubes están preparados» para trabajar en patologías «que son casi iguales a las de la población en general pero que resultan un estigma en referentes más conocidos, a los que se considera seres infalibles y es difícil de gestionar».

El estrés crónico alto mantenido durante mucho tiempo acaba produciendo el síndrome del 'burnout'

La declaración pública del deportista revelando la patología, el gran titular que paraliza las noticias, se produce en un porcentaje todavía mínimo y siempre es la consecuencia última de un proceso largo, que empieza a incubarse en señales, indica Verdeguer, como «la alternación conductual y del rendimiento».

«Los primeros síntomas llegan cuando el deportista empieza a fallar en la ejecución y su rendimiento ya no es el mismo. Suele coincidir que la actitud tampoco sea la misma y se vean gestos de frustración, como que un tenista golpee la raqueta. Nos puede llamar la atención de que algo esté fallando».

Una situación que, cuando se identifica, se trabaja desde tres objetivos: «La concentración, la motivación y la confianza en uno mismo. Se debe prevenir en la personalidad de cada uno y cultivar la preparación ante el ambiente estresante y poder competir», prosigue Verdeguer.

«Como si les saliesen alas»

En los deportes individuales, como el tenis, la presión es mucho mayor que en las disciplinas colectivas, donde se consigue repartir el peso de la responsabilidad: «El deportista está solo ante una situación muy grande. Quizás requiere de mayor atención psicológica o de trabajar la prevención.

Es la soledad del corredor de fondo, la del tenista». Verdeguer enumera fundamentalmente «tres patologías» que en el transcurso de un estrés competitivo prolongado en el tiempo acaban afectando a las estrellas del deporte: «Aparecen cuadros de ansiedad, trastornos depresivos y trastornos de la alimentación (anorexia y de bulimia)».

En ocasiones, la ansiedad llega a ser «anticipatoria» en las semanas previas a «una gran final» en la que se concentra todo el peso de las expectativas y se vuelca toda la industria del deporte, como la Superbowl: «Ante eventos así, también son frecuentes los trastornos del sueño».

Actuar ante episodios de salud mental en el deporte está lejos de ser considerado un fracaso, un paso atrás o un signo de vulnerabilidad en las trayectorias de los jugadores de cualquier disciplina, marcadas por un innegociable estoicismo.

En muchos casos, como documenta Verdeguer, hay una «incidencia positiva posterior en el rendimiento». «El cambio psicológico de una persona implica una mejoría en el rendimiento de todo un equipo, que funciona de forma completamente distinta, como si de repente les saliesen alas».