Almudena Muñoz (Valencia, 4 de noviembre de 1968) está jovial y feliz 30 años después de colgarse la medalla de oro en Barcelona’92. «Fue una etapa única. Lo recuerdo con muchísimo cariño, muchísima alegría. Aún siento una gran satisfacción y la sensación del deber cumplido», relata dibujando una sonrisa.

Tan solo 24 horas antes de que Almudena Muñoz se colgase el oro de judo, Miriam Blasco se había llevado el protagonismo al ser la precursora, la primera mujer española en hacerlo en unos Juegos. Ella, sin embargo, jamás ha lamentado no estar en su lugar. «Nunca fue un problema, al contrario, para mí fue una gran alegría. Me fui a dormir la noche anterior pensando: ‘si ella lo ha conseguido, ¿por qué no puedo yo?’. Su oro me motivó».

El camino, sin embargo, hasta colgarse el metal dorado fue tortuoso. Apenas dos años antes de Barcelona, en un entreno una judoca le destrozó una rodilla. «Estuve seis meses con muletas, luego un año de durísima recuperación, corriendo por dunas, fue muy duro», rememora.

Ese calvario, lejos de hundirla, la hizo todavía más fuerte. «Los malos momentos, en modo de lesiones, de que las cosas no salen como tú quieres, son los que luego te llevan a conseguir los resultados. Si no hay penas, no sabes disfrutar de las alegrías. Si antes de los Juegos no hubiera pasado esa etapa de esfuerzo no hubiera llegado tan preparada, con tantas ganas, tanta ilusión...».

Almudena recuerda que por entonces «nadie daba un duro por mí» pero consiguió llegar a Barcelona sin presión, sin miedo a fallar. «Iba a por medalla, tenía clarísimo que podía conseguirlo. Había preparado los combates, físicamente me encontraba muy bien y, sobre todo, tenía ilusión y ganas de conseguirlo».