El gol estaba en casa con Alberto Marí

Explotó en el Juvenil del Eibar con 21 goles. Tenía una oferta de la Real Sociedad, pero eligió al VCF

El primer equipo de Alberto fue la escuela de fútbol que coordinaba su padre: el Costa Alicante. | FAMILIA MARÍ

El primer equipo de Alberto fue la escuela de fútbol que coordinaba su padre: el Costa Alicante. | FAMILIA MARÍ / Andrés García. València

Andrés García. València

El Valencia lleva peleado con el gol toda la temporada. Los delanteros no han respondido. Ni Edinson Cavani ni Hugo Duro. Tampoco Marcos André hasta su lesión. El gol de Balaídos, y quien sabe si también de la salvación, tuvo que llegar desde la cabeza del canterano Alberto Marí. Rubén Baraja apostó fuerte por este joven alicantino de 21 años y no se ha equivocado. El fútbol y su cabezazo al Celta de Vigo le han dado la razón. Tanto tiempo buscando el gol y estaba en casa. En Paterna. En el Mestalla.

Alberto Marí es un delantero de cuna. Lleva el gol en la sangre desde que nació. Su padre Miguel Marí jugó de portero en el Hércules. De hecho, el primer gol profesional de Miguel Ángel Angulo en 1997 se lo marcó a él. Cosas del destino. Alberto creció en un campo de fútbol. Sus padres llevaban el restaurante del polideportivo de La Romana, su pueblo a 20 kilómetros de Elche. Mientras, Alberto y su hermano mayor Miguel (ahora jugador del Intercity) pasaban el tiempo en uno de los campos de fútbol de las instalaciones. Allí marcó sus primeros goles.

El primer equipo de Alberto fue la escuela de fútbol que coordinaba su padre: el Costa Alicante. Ingresó en prebenjamines y pronto empezó a destacar por su físico y su potente disparo. Alberto llamó la atención del Hércules en infantiles. En la primera temporada le costó adaptarse, pero en las siguiente superó los diez goles en cada una jugando en la mediapunta. Todavía no era ‘9’. El fichaje de su hermano por el Valladolid B le llevó hasta Pucela cuando era juvenil de primer año. Su tarjeta de presentación fueron diez goles sin ser la referencia de ataque. Se asociaba bien y asistía mejor. El Valladolid le ofreció quedarse, pero el fichaje de su hermano por el Eibar volvió a arrastrarle. La historia se repitió. Primer año de adaptación y explosión en el segundo ya como delantero referencia. Su entrenador Jokin lo tuvo claro: tenía que jugar de ‘9’ para potenciar sus cualidades. El resultado fueron 21 goles en División de Honor y el salto al Vitoria (filial).

La temporada no pasó desapercibida para los ojeadores del Valencia. Los responsables de la Academia activaron su fichaje. No era fácil. El jugador tenía una propuesta potente de la Real Sociedad y una oferta de renovación del Eibar con proyección de primer equipo. Alberto tuvo que decidir y el club elegido fue el Valencia. Era volver a casa y fichar por un grande. Angulo, como le pasó a su padre, se cruzó en su camino. La conexión fue total. El asturiano le dio confianza y Alberto respondió con goles. Hasta su salto al primer equipo llevaba 11. Con el de Vigo ya van doce. Rubén Baraja entrenó a su hermano en el Juvenil. Diez años después se ha atrevido con el pequeño de los Marí y no se ha equivocado. El gol estaba en casa.