Un punto que aleja el gran pánico (2-2)

Un gol desesperado de Samu Lino en el descuento da un empate de oro para el Valencia, que se jugará la salvación ante el Betis con dos puntos de ventaja. El Espanyol baja a Segunda

Un gol desesperado de Samu Lino en el descuento da un punto de oro para el Valencia, que se jugará la salvación ante el Betis con dos puntos de ventaja

Un gol desesperado de Samu Lino en el descuento da un punto de oro para el Valencia, que se jugará la salvación ante el Betis con dos puntos de ventaja / JM LOPEZ

Vicent Chilet

Vicent Chilet

Las brasas del infierno siguen cercanas, pero el gol de Samuel Lino en el minuto 93 supone un punto valioso que libera al Valencia del pánico (2-2), después de verse contra las cuerdas, después del enésimo partido angustioso en Mestalla, cargado de nuevo de drama y liberación, y que manda a Segunda a un Espanyol que llegó a verse resucitado. El equipo de Rubén Baraja, por segunda jornada consecutiva, desperdició la ocasión de asegurar la permanencia matemática en Primera y se jugará la salvación, con dos puntos de distancia, quedando solo tres, la próxima semana en el campo del Betis. Un punto le basta. Este joven Valencia, con picos de entusiasmo para someter a su rival, pero desconcertado cuando la situación se vuelve en contra, se aferra a su corazón para sobrevivir a las deficiencias mortales del proyecto de Peter Lim. Queda un capítulo en mitad del padecimiento de la peor temporada que han dos generaciones. El Valencia llegará a la última batalla dependiendo de sí mismo. También: uno de los grandes históricos del fútbol europeo llega a la última jornada sin haberse salvado.

No había Grada Kempes, pero Mestalla sintió en su piel la vieja misión de cuando la animación era una responsabilidad de todo el estadio, un deber familiar. Hasta Hugo Duro, que ha entendido el mestallismo como si hubiese nacido en Algirós, participaba del bufandeo desde el banquillo, con la camiseta. “La cabeza manda y nosotros la dirigimos”, describía Baraja en la previa. La cabeza del equipo se dicta con los impulsos de juventud del bloque orgulloso armado por el Pipo. 48 segundos tardó el Valencia en chutar, con la primera llegada de Diego López. El Valencia transmitía una devoradora necesidad de sentirse protagonista. Sin grada de animación, debía alentar todo el público. Sin un 9 de referencia en la alineación, atacaban todos.

Con Kluivert de falso 9, el Valencia zarandeaba al Espanyol atacando con frescura, atreviéndose a encarar y fintar, finalizando jugadas y sobre todo mareando las referencias en la marca para convertirse en un equipo imprevisible. Se descolgaban en posiciones de remate Kluivert, Almeida, Javi Guerra, Toni Lato y hasta Mouctar Diakhaby. En el 16, Kluivert amagaba y regateaba para servir a la entrada de Diakhaby. El rechace cayó a pies de Javi Guerra, pero su definición chocó con el central guineano.

Insistía el Valencia, al latido de Javi Guerra. El centrocampista de Gilet recortó dos veces a su par como si fuera un extremo de esos extinguidos y buscó al primer palo la entrada de Lato, que en su intento de remate acabó chocando violentamente con el poste. A pesar del doloroso golpe, Lato siguió en el campo diez minutos, hasta comprobar, cortada la respiración, que era imposible, que su última tarde en Mestalla llegaba a su fin. Jugador de club hasta el final. Sabiendo que no le han ofrecido una renovación digna, quiso seguir en el campo con (posiblemente) varias costillas rotas. No es la despedida soñada, la merecida por aquel niño que se maravillaba y asustaba con los petardos en los partidos veraniegos. Pero sí define el valencianismo de Toni Lato.

La salida de Lato no frenó el ímpetu del Valencia. Aparece Thierry con una carrera de velocista, su centro pasado al segundo palo no llega Lino, pero la recoge André Almeida que manda un nuevo centro chut tenso y a baja altura que se le complica a Pacheco. Diego López, siempre intuitivo, remacha. El Valencia estaba salvado.

El gol era un premio merecido para el Valencia, por entrega y propuesta, pero apenas pudo saborearlo. Dos minutos después, César Montes empataba el encuentro con un gran cabezazo, en la primera llegada del Espanyol. Con el tanto al dinámico y joven Valencia le entraron las dudas, que persistieron en la segunda mitad porque, a los cuatro minutos, el Espanyol daba el mazazo casi definitivo. El centro de Óscar Gil fue despejado en falso por Mamardashvili y fusiladopor Martin Braithwaite.

Mestalla quedó helado. Era el momento de recurrir a la frase de Baraja en la previa. “La cabeza manda y nosotros la dirigimos”, pero el cerebro se había desconectado y las noticias en otros estadios eran desalentadoras. Se adelantaba el Getafe, se adelantaba el Cádiz, el descenso quedaba a un solo punto. Mamardashvili aguantaba con vida al Valencia con un despeje de puños a testarazo de César Montes. Con ataques menos armónicos, sin pausa, los locales se acercaban al área de Pacheco con algún saque de esquina, pero sin peligro. El Valencia con falso nueve acabó con dos arietes (Hugo Duro y Cavani) y recurriendo al juego directo y los centros laterales de Foulquier. El Espanyol gestionaba con corrección el desenlace, hasta la jugada final de Lino. Un gol desesperado, que ni el brasileño tuvo fuerzas para festejar, exhausto ante el padecimiento eterno de esta temporada.