El Sporting Benimaclet rescata a 500 mascotas
El club de categoría regional moviliza a su masa social y vecinos para habilitar su campo, el último de tierra en la provincia de València, como un campamento para animales perdidos
Todo en el Sporting de Benimaclet es singular. El equipo juega sus partidos de la tercera regional en Las Fuentes, el último campo de tierra de la provincia de València, en encuentros presididos por la majestuosidad del icónico edificio brutalista Espai Verd. Un club de barrio con una masa social reducida, pero muy activa y militante, que ha tomado la iniciativa tras la DANA que ha azotado a las poblaciones del sur de València, haciendo servir su estadio como refugio de animales afectados tras el gran desastre natural.
Once días después de la catástrofe, son casi 500 animales, en su mayoría perros, pero también gatos, tortugas, hurones, periquitos y hasta caballos, los que han sido dados en adopción temporal. La mayor parte han aparecido sucios, desorientados y famélicos entre las poblaciones arrasadas por el desbordamiento del barranco del Poyo. Sin embargo, también hay casos en los que los dueños de las mascotas, al haberse quedado sin casa, han acudido al campamento buscando una solución temporal para sus animales.
El trajín es constante en el campo de fútbol, con tiendas de campaña con una misión específica cada una, para recoger material y comida, como para clasificar las llegadas de animales y gestionar las adopciones. El visitante es rápidamente derivado a alguna de las zonas. Los barracones de los vestuarios del Sporting de Benimaclet sirven para la atención veterinaria de los recién llegados. Un sistema horizontal y perfectamente organizado entre el club de fútbol, que cedió sus instalaciones, y la Protectora de Animales de Burjassot.
Vanesa, socia y jugadora del primer equipo femenino del Sporting, y también voluntaria de la protectora, fue el nexo de unión entre las dos entidades para accionar en tiempo récord una plataforma que agrupó en pocas horas a centenares de activistas. «Vamos muy rápido, con decisiones constantes y casi a contracorriente, porque no nos sobra tiempo con la vida de los animales en juego», afirma Carmen, una de las voluntarias.
El amor a los animales hizo el resto, convocando entre los voluntarios a gente procedente de perfiles profesionales muy distintos que, bien sincronizados, han permitido que la pionera iniciativa sea un éxito. Ayer, a las 12 del mediodía, de medio millar de mascotas, solo unas diez quedaban por acoger. Expertos en Inteligencia Artificial, en informática para crear aplicaciones de móvil específicas, abogados, veterinarios, auxiliares técnicos veterinarios, etólogos, educadores caninos, administrativos expertos en contratación para las acogidas que garanticen la máxima trazabilidad para el animal. «El primer día no se chipó, pero sí estaba la trazabilidad con código asignado, de quién rescata, de qué animal se trata y adonde va, para su seguimiento posterior y asegurar su situación legal», añade Carmen.
«Le hemos puesto Pi, por el 3’14. No vino con chip, debería tener seguro una casa porque es muy cariñoso y confiado», comenta uno de los voluntarios, que pasea a Pi, un cruce de pastor alemán, joven, y muy integrado en el entorno. El terreno de juego, sirve para que los animales, siempre acompañados, gocen de libertad y puedan pasear en las horas que pasan en el campamento, que suelen ser pocas.
El objetivo es que cada animal no llegue a pasar la noche en el estadio, un reto posible gracias a la devoción incondicional de la gran familia animalista creada desde un club de barrio, en el que también se celebran grandes momentos. Perla recorre la banda como un carrilero derecho al encontrarse con Samuel, su dueño, que la perdió con el estallido de la dana en Algemesí. El abrazo emocionado equivale a un gol en la final de la Liga de Campeones.
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