SOCIEDAD
El autobús nocturno se convierte "en un salvavidas ante el apagón ferroviario" para toreros, bodegueros, turistas, estudiantes...
La nornalidad no se había recobrado este martes a nivel ferroviario desde Cádiz a Sevilla y el servicio nocturno se convirtió en un recurso muy utilizado por un grupo muy variopinto de viajeros

Autobuses y camiones aparcados en un descanso de la ruta nocturna entre Cádiz y Madrid / Fermín de la Calle

Faltaban quince minutos para las diez de la noche, la hora en la que el autobús que conecta la provincia de Cádiz con Madrid debía parar en la estación de autobuses de Jerez y el bullicio del andén 9 superaba por mucho el habitual. Además de haber más viajeros apostados, la diversidad de los mismos llamaba la atención. El martes, primera jornada tras el apagón, los trenes con destino a Madrid no terminaban de alcanzar la normalidad, con largos retrasos en Santa Justa, y ofreciendo apenas un par de servicios desde Cádiz, lo que había provocado que muchas personas optasen por subirse al autobús nocturno, un recurso más propio de estudiantes y jornaleros del campo que iban a hacer campañas y vendimias a otras regiones.
Bodegueros y toreros
Sin embargo, esta vez había una marabunta de lo más variada. Por un lado, llamaba la atención una pareja de sexagenarios estadounidenses que trataban de hacerse entender buscando el andén de su autobús. “Venimos de Austin, Texas, donde tenemos campos, viñedos y reses. Nos fascina el mundo del vino y queríamos visitar las bodegas de Jerez y de Sanlúcar”, apuntaba la mujer, que apostó por unos vaqueros y unas zapatillas para ir más cómoda. El marido, vestido de forma menos informal, señalaba que “nos hemos visto obligados a coger este autobús nocturno porque los trenes no terminaban de confirmar el horario de salida y tenemos el vuelo de vuelta a casa este miércoles al mediodía desde Madrid”.
Desde Sanlúcar precisamente llegaba otro personaje peculiar que se hacía notar por ir cargado con una enorme y misteriosa maleta dura de plástico gris que acarreaba en un carrito. Un tipo enjuto y dicharachero de pelo negro zaino y ensortijado que resultó ser ‘El Califa de Aragua’, un torero venezolano que lleva en España veinte años, trece de ellos en Sanlúcar. Hoy se ha reconvertido a banderillero y director de festejos, lo que justifica su aparición en este heterodoxo grupo. “Hoy es el primer día tras el apagón y los trenes no son fiables todavía. Tengo que estar en Zaragoza este miércoles para encargarme de la seguridad de unos festejos y no puedo fallar. Así que he preferido asegurarme viajando ahora en el autobús, que va a llegar seguro a Madrid, y desde allí iré en coche alquilado. Los toros no entienden de apagones ni de trenes estropeados”, advertía el torero.
16 horas de viaje por un papel
Pasaban 34 minutos de la una de la madrugada cuando el autobús hacía una parada en Pedro Abad, una localidad a 35 kilómetros de Córdoba, en el Alto Guardalquivir. Leyla, una venezolana de 25 años que acaba de ser madre, se acercó entonces con su voz cálida y tímida a preguntar: “¿Me puedes ayudar? ¿Sabes cómo puedo llegar al consulado de Venezuela desde Conde Casal? Tengo que ir a por un certificado que necesito para un asunto de mi hijo”. Leyla eligió viajar en el autobús nocturno para no perder la jornada de trabajo del martes, solo se ausentará la del miércoles y el jueves, al ser fiesta, no perderá otro día de trabajo. “Aunque mi idea es irme al consulado y según me entreguen el papel, regresar a la estación y coger el primer autobús de vuelta a casa”, confesaba como si las ocho horas de la ida no le fuesen a pesar para el otro tortuoso viaje de vuelta.
El camino era incómodo y largo, todos los viajeros iban dormitando mientras la televisión del autobús vomita un episodio tras otro de ‘Aquí no hay quien viva’, hasta que el conductor se decidió a apagar los monitores. No había ni un solo sitio libre y cuando el vehículo se dispuso a entrar en la estación de autobuses, el conductor informó que “los viajeros que vayan al aeropuerto tendrán que cambiarse de autobús al que está en la dársena 23”, tres más allá de la que acabamos aparcando. Un ejército de zombies recogió su maleta de las entrañas del autobús y se dirigió al que les llevaría hasta Barajas. Otra singularidad de una jornada en la que el autobús nocturno se terminó convirtiendo “en un salvavidas” para muchos que no tenían forma de salir de la provincia más sureña de la península para llegar a la capital. “Lo de reclamar la devolución de los trenes que no hemos podido coger ya será otra cantar”, apuntillaba ‘El Califa’ antes de despedirse camino de Zaragoza.
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