Álvaro Navarro: "La partida del siglo me hizo aislarme de todo"

¿Una derrota puede traducirse en una victoria? La mejor final de l'Individual d'Escala i Corda cumple 30 años y al histórico resto de Faura le sirvió para confeccionarse una psicología única que le llevó a ser el jugador más laureado de la pilota valenciana con once títulos del mano a mano

Álvaro Navarro, la leyenda de l'Individual d'Escala i Corda: una mentalidad surgida de la 'partida del segle' contra Genovés

Daniel Tortajada

Jaime Roch

Jaime Roch

Faura

No es baladí que Álvaro Navarro, el jugador más laureado de la pilota valenciana, viva en la calle dels Cavallers de Faura. Él es un 'cavaller de la faixa roja' y, en cada rincón de su casa, hay un trofeo, pero asegura que ni «me giro a verlos» después de tanta gloria. A sus 51 años, está delgado y fuerte, prácticamente para reaparecer de nuevo en los trinquets. Gesticula con aromática cadencia sus estremecidas manos, que tejieron con la pilota de vaqueta una carrera para la historia de los trinquets con once Individuals d’Escala i Corda. Hace treinta años que perdió la llamada ‘partida del segle’ frente a Genovés 55-60 en Sagunt. Tenía 21 años, pero esa derrota le hizo crecer, una virtud solo al alcance de los elegidos. ¿Su secreto? «He tenido unas facultades innatas que he sabido aprovechar».

¿Qué recuerda de la llamada partida del siglo?

Cuando empecé el campeonato, la afición estaba conmigo, pero en la final se olvidaron de aquel joven que les había ilusionado a todos y cambiaron las cartas del juego hacia el mito de todos, El Genovés.

Se puede ver repetida en YouTube, ¿cuántas veces la ha visto?

No la he vuelto a ver, pero la tengo en la mente. Recuerdo los quinces, las reacciones de la gente en la escalera al final… Incluso también los fallos que hice, pero lo que he tratado es de aprender para no volver a cometerlos.

¿Cuáles eran esos fallos?

Los lógicos de cuando empiezas, pero lo que más me afectó fue el ambiente que se vivió ese día en el trinquet de Sagunt. Directamente era una partida de mucha envergadura, no era igual a las demás. Estaba televisada en directo y con mi ídolo ahí delante... unas circunstancias de las que yo trataba de aislarme. Esa derrota me transmitió mucho psicológicamente, me enseñó a ser fuerte porque el factor psicológico me falló. Apenas tenía 21 años, era un niño muy impetuoso, con muchas ganas y me pasó factura.

Las manos de Álvaro Navarro, el jugador más laureado de la pilota valenciana

Las manos de Álvaro Navarro, el jugador más laureado de la pilota valenciana / Daniel Tortajada

¿Cómo definiría ese ambiente de la final de Sagunt?

Era precioso, pero de máxima presión y ahora que tengo experiencia en tantas finales, esa atmósfera no beneficia al jugador que está en el trinquet. Así que lo que más me enseñó la derrota en la partida del siglo es a aislarme de todos y de todo.

¿Qué significa ese aislamiento?

Vivir recluido y, de alguna forma, desconectarme de la gente y de la prensa. Eso me hizo pagar un precio alto, pero la gente que me conoce sabe realmente cómo soy. Evidentemente, me debía a los medios de comunicación, pero las semanas previas a las finales no podía compaginar el entrenamiento con las entrevistas.

¿Cuál fue ese precio que pagó?

A partir de aquella partida, la gente empezó a verme de otra forma, pero yo era el mismo. Me encanta la guasa, reírme con mis compañeros, pero me tenía que aislar y no podía estar en un vestuario de risas porque mis compañeros querían ir a ganarme. Era el precio de querer ser el número uno y me refugié en mi gente.

Mentalización espartana

¿Quiénes eran?

El que es como mi segundo padre, Pepe Retilla, del Musa, con el que entrenaba todos los lunes y miércoles únicamente para mejorar la derecha. Mi mejor sparring a puerta cerrada, Adrián de Museros, y luego también entró en el círculo Quico Soro III. Y Toni Gaspar, el que fuera alcalde de Faura, amigo mío desde niño. La gente de mi confianza eran cuatro, no más. Además de mi familia, claro.

¿Y cómo se mentalizaba?

Cuando acababa de entrenar con Pepe, nos íbamos al campo, donde él tenía sus burros autóctonos y sus vacas en Museros, y allí, casi a medianoche, reflexionábamos de las dificultades y de los esfuerzos que él había hecho en su vida y que ahora me tocaba a mí hacer con la pilota y, sobre todo, de la disciplina. Me he sentido un hijo más de su familia y eso me aportaba mucha tranquilidad.

Hábleme de la disciplina.

Es mi forma de ser, de hecho la llevo al día a día también ahora e incluso la transfiero a mi familia. Me gusta tenerlo todo controlado y, a veces, no se logra y eso me hace tener un poco de inestabilidad mental… pero intento conseguirlo. Quiero decir, en mi trabajo, en mis carreras con la bici o por la montaña me gusta intentar ser el mejor. Pese a no estar en activo, me levanto a las cinco de la mañana y sigo cenando a las ocho de la tarde.

Álvaro, en un momento de la entrevista en su casa de Faura.

Álvaro, en un momento de la entrevista en su casa de Faura. / Daniel Tortajada

¿Y cómo lo trasladaba a su carrera?

Si el año tiene 365 días, intentaba entrenar unos 300. Quiero decir, que lo que logré en el trinquet fue a base de sacrificio, de no salir, de no ir con amigos, de estar con Pepe Retilla todos los días mentalizándome y también de sacrificar a mi familia y a toda la gente que tenía a mi alrededor.

¿Cómo entrenaba?

Jugaba mano a mano en casi todos los entrenamientos con mi sparring. Además del físico, que me preparaba muy fuerte para el Individual, siempre tocaba la pelota. Y ahora eso cada vez se hace menos, los pilotaris de hoy en día son atletas, pero les veo menos técnica. Lo he visto en este último Individual, les cuesta saber cómo colocarse para golpearla… Eso te lo da jugar con la pelota todos los días.

Me mentalizaba entre burros y vacas en Museros, junto a mi amigo Pepe Retilla, tras entrenar

Usted introdujo el preparador físico en la pilota.

Sí, pero me costaba tirar la pelota a la galería. Ahora todos llevan preparador, además del dietista y los fisios particulares, y eso vale mucho dinero. Entrenan mucho el físico, son jugadores de mucha fuerza, pero tácticamente...

¿Cómo era jugar contra ese Genovés?

Para mí era el mejor porque me creé un mito después de todo lo que me habían contado de él los viejos aficionados. En esa final, Paco era un jugador en decadencia, con muchas partidas a su espalda, pero en las partidas anteriores, contra Pigat y contra Oltra, sacó fuerzas de donde prácticamente no tenía. Eso sí que me asustó, pero salí al trinquet con el Genovés que tenía delante, no con el que había sido. A sus 40 años tenía pelotazos inverosímiles.

El carisma del Genovés

¿El mejor de la historia?

Él tenía algo que no hemos tenido los demás, el carisma, el don de enganchar a la gente que no se puede aprender. Parecía un dios. Él hacía tres quinces y yo hacía 30 y la gente se quedaba con él, no podíamos igualarle. Incluso ya retirado, cuando se sentaba en el ‘palquet’, todas las miradas iban hacia él mientras jugábamos su hijo y yo.

A su hijo Genovés II no le dejó ganar ningún Individual.

He tenido unas facultades innatas que he sabido aprovechar y siento que la pilota me ha devuelto todo lo que le he entregado. Perdí contra Paco, pero gané todas las finales contra su hijo José.

Instantes previos a la final el 9 de julio de 1995 entre Genovés y Álvaro.

Instantes previos a la final el 9 de julio de 1995 entre Genovés y Álvaro. / Levante-EMV

Tras esa derrota, ¿qué pasó?

Viví un verano precioso porque iba con Paco a todos los lados y él llenaba todas las calles de todos los pueblos. Era joven y lo jugaba todo, pero mi gente me dijo que no duraría ni dos años más a ese nivel con tantas partidas. Así que, con el tiempo, decidí prepararme mejor y jugar solamente dos partidas a la semana, los jueves y los sábados.

Los pilotaris ahora son atletas, pero les veo menos técnica… Eso te lo da entrenar con la pelota

¿Eso sentó bien?

Los trinqueters pensaban que estaba loco, pero el objetivo era jugar menos para dar el máximo de mí y ganar más. Sabía que cuando Álvaro dejaba de estar al máximo nivel, ya no era el mismo y dejarían de contar con él.

¿Pudo hacerlo?

Sí, claro. Los que mejor me han tratado han sido Arturo Tuzón en Pelayo y los Ribera. Recuerdo una anécdota con Paco Genovés y su hijo que, tras una partida en un pueblo, él quería ir de cena, pero nosotros le dijimos que mejor ir a casa… Y nos dijo que si éramos los dos mejores y no teníamos ni para ir a cenar, algo estábamos haciendo mal.

¿Usted ganó más dinero que Paco El Genovés?

Él jugó mucho más y seguro que ganó más en los años 80. No me considero el pilotari que más dinero he ganado, pero sí creo que lo he sabido invertir bien. Por ejemplo, en la partida que más cobré fue un desafío de raspall por un 1.200.000 de pesetas en el año 2000.

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