A Contratiempo
Gayá, el último mohicano
Forzado por las circunstancias, Ron Guerlay, vicario de Lim en Valencia, volvió a salir a la palestra y no dijo nada sustancial pese a invertir hora y media.
El último superviviente de la alineación titular del Valencia que conquistó la Copa de 2019, fue señalado por una parte de los asistentes al duelo contra el Oviedo.

Imagen de archivo de José Luis Gayà en un encuentro del Valencia CF. / JM López
Otra víctima de Meriton. El último superviviente de la alineación titular del Valencia que conquistó la Copa de 2019, fue señalado por una parte de los asistentes al duelo contra el Oviedo. En ocasiones, la lealtad no goza de la recompensa merecida. Mestalla volcó su ira contra Gayá a raíz de un gesto suyo inapropiado, síntoma de su frustración personal y colectiva. El lateral de Pedreguer se equivocó, superado por el momento de fatalidad que estaba viviendo. Su reacción sirvió de detonante para que arreciaran las protestas. No se trata de exculpar al jugador, pero conviene situar los hechos en el contexto adecuado. El capitán acumula demasiados años de sufrimiento, testigo directo de la decadencia del club y de la sinrazón que rige su destino. Cuando mejor pintaba el futuro hace 6 años, los siniestros rectores de la entidad decidieron destruir el proyecto con premeditación y alevosía. Gayá ha asistido en primera persona a ese proceso de desintegración. Por añadidura, las lesiones le castigaron en la selección española, tanto en la Euro del 21 como en el Mundial del 22.
Ilustres precedentes. La lista de ilustres jugadores valencianistas que han vivido desencuentros con la grada de Mestalla, en algún momento de sus carreras, es extensa. De Claramunt a Arias, de Kempes a Fernando. Un póker de ases. La diferencia de estos referentes históricos respecto a Gayá, es que aquel Valencia, en sus respectivas épocas, no estaba dirigido por unos incompetentes a quienes les trae al pairo la marcha del equipo y el sentir de los aficionados. Curiosa paradoja. Expertos en confundir a la opinión pública, maestros en el arte de la propaganda y la demagogia, los hombres de Meriton, sabedores de la crueldad de las leyes de fútbol que condena a los protagonistas cuando los resultados no acompañan, los dejan abandonados los pies de caballos. Estos debates les van como anillo al dedo, mientras ellos se pertrechan en sus zonas de confort. El chivo expiatorio cumple su función. Esta muestra de cobardía se ve acompañada de medidas complementarias de prevención. Un día recurren al himno, y siempre se aseguran que nadie con espíritu reivindicativo se acerque al palco. Neutralizar la protesta por encima de todo. La grada debería replantearse hacia dónde debe dirigir su descontento.
Un discurso vacío. Forzado por las circunstancias, Ron Guerlay, vicario de Lim en Valencia, volvió a salir a la palestra y no dijo nada sustancial pese a invertir hora y media. La fugaz aparición en los prolegómenos de Girona fue el aperitivo. Si acaso dejó constancia en la rueda de prensa en Paterna de la distancia sideral que existe entre la cruda realidad y la visión imaginaria que trasladó. Condicionado por el obstáculo de la traducción-que debería haber sido simultánea- el CEO puesto por Meriton se dedicó a divagar sin concreción por los asuntos más variados. Guerlay insistió en algunos puntos que resultan más que cuestionables. La supuesta mejoría de la plantilla no es tal. Tampoco quiso profundizar sobre su pérdida de solidez ni la pésima política de ventas de los mejores jugadores en los últimos años. Ron, un actor sin gracia.
Una visita incómoda y provocativa. En 2004, con el valenciano Paco Olmos como entrenador, el por entonces Pamesa, se negó a viajar a Tel Aviv para jugar un cruce de la Euroliga contra el Maccabi. Con buen criterio, primó el sentido común y no se quiso poner en riesgo la seguridad de la expedición “taronja”. El Valencia Bàsquet disponía de una plantilla estelar, con Tomasevic, Oberto y Rigodeau, entre otros. La posibilidad de alcanzar la fase final del torneo era una fundada aspiración. Aquella renuncia le pasó factura al club. La organización, con el catalán Jordi Bertomeu al frente, no toleró la disidencia. Mañana vuelve a aterrizar en Valencia un club del país acusado de Genocidio por diversos organismos internacionales. Las pruebas son irrefutables. Sin embargo, asistimos con perplejidad al descrédito de un torneo que ha vendido su alma al diablo. De momento, el equipo ciclista Israel se ha desvinculado de su patrocinador. Las protestas sí que sirven, aunque a algunos les moleste.
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