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A Contratiempo

La rendición de Mestalla

El valencianismo ya no puede más, harto de ver a su equipo cada vez peor, contagiado de la apatía de algunos colectivos, agacha la cabeza y se va a casa, convencido de que no hay nada que hacer

Gayà se marcha abatido del campo ante el Villarreal.

Gayà se marcha abatido del campo ante el Villarreal. / EFE

Paco Lloret

Paco Lloret

El valencianismo ha bajado los brazos. Agotado por el inmovilismo de Meriton, impotente ante la nula empatía de los políticos que, en una demostración de oportunismo, anunciaron hace dos años en campaña electoral a bombo y platillo unas medidas para proteger al Club, que luego no han cumplido. Descaradamente, los representantes institucionales se han posicionado junto a Lim y se han olvidado de lo que prometieron. El valencianismo ya no puedes más, harto de ver a su equipo cada vez peor, contagiado de la apatía de algunos colectivos supuestamente representativos de la afición que callan y otorgan, asume la miseria del presente, agacha la cabeza y se va a casa, convencido de que no hay nada que hacer. La fatalidad se ha apoderado del ambiente. El equipo ha entrado, una vez más en la espiral derrotista que conduce a la lucha por la permanencia. Nada nuevo bajo el sol. No hace falta que salga nadie a la palestra para decir lo que ya sabemos: el objetivo es salvarse del descenso. Así de triste, así de claro.

Las verdades de Marcelino. Con un discurso impecable y valiente, el entrenador asturiano señaló al verdadero y único culpable de la situación del Valencia. A la conclusión del encuentro, en la sala de prensa, habló sin rodeos y con claridad. Hace seis años, Marcelino conducía al equipo hacia una etapa de máxima plenitud. Las aspiraciones tenían fundamento, pero aquella ambición chocaba de frente con los planes siniestros de Peter Lim y sus secuaces. La absurda destitución del técnico fue el inicio de la decadencia. Desde aquel momento, se ha acelerado la descomposición de la entidad, y salvo la final de la Copa en 2022, todo han sido disgustos y crisis profundas. Se ha coqueteado con el descenso en varias campañas y se ha entrado en una dinámica destructiva que ha minado el ambiente. El Valencia está jugando con fuego y el riesgo de quemarse es cada vez mayor. Se avista un futuro inmediato de lo más preocupante.

Valencia CF-Villarreal.

Valencia CF-Villarreal. / Eduardo Ripoll

Destructores totales. Además de arrasar con el club, se proponen acabar con Mestalla, el último baluarte visible de lo que algún día fue el Valencia. Un símbolo relevante despreciado y condenado a la demolición por intereses especulativos. El negocio prima a costa de un club desprotegido e indefenso. Sin escrúpulos. La clase política de esta ciudad pasará a la historia por haber consentido la destrucción del santuario valencianista. Una infamia. El cambio de campo ha perdido sentido con el paso del tiempo. La realidad actual ha devorado las expectativas generadas hace 20 años, cuando surgió el proyecto. No queda nada de aquel equipo rampante ni de aquella sociedad valenciana que vivió alegremente días de vino y rosas. Las alternativas son desoídas. Los planes para adecuar Mestalla ni se contemplan. Van a la suya. Se aplican en su actuación de hechos consumados, hacen la vista gorda ante los retrasos, los incumplimientos y las irregularidades administrativas. Todo vale para acabar, cómo sea, el esperpento levantado en la avenida de Corts Valencianes.

La maldición de los penaltis. El Valencia fue víctima el sábado del exceso de vista desde la sala VOR, de su irrefrenable afán de intromisión. Hasta Gerard Moreno lo reconoció una vez acabado el encuentro. Pese a las dotes de teatralidad del delantero, no existió en el lance contacto suficiente para señalar penalti, decisión inicial del colegiado Alberola Rojas, que estaba perfectamente situado. La llamada al VAR era, por tanto, innecesaria. Con un gol en contra al filo del descanso, el mundo se le vino encima al equipo de Corberán, tan frágil de moral y limitado de respuesta. En esa misma portería, el fallo de Danjuma ante el Oviedo desencadenó el hundimiento en un partido que estaba con marcador favorable. Ambos máximos castigos han tenido consecuencias fatídicas para un equipo que suma 2 puntos de 12 en las últimas cuatro jornadas y al que aguardan rivales de gran nivel en los próximos compromisos.

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