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Tribuna

La vara de medir

La vara de medir

En los últimos días hemos asistido en València a dos procesos importantes para la logística y la movilidad de nuestro entorno. El primero ha sido el informe que Aurelio Martínez presentó en el consejo de administración de la APV según el cual, con base en estudios de detalle y teniendo en consideración determinadas alegaciones que se han presentado al anteproyecto de la nueva terminal norte del recinto, no será necesario hacer el dragado del canal de acceso ni prolongar el dique de abrigo por lo que se neutraliza cualquier nuevo posible impacto medioambiental de la terminal Norte.

El otro proceso es la reordenación de la Plaza de la Reina, Plaza del Ayuntamiento, calle Colón y zonas colindantes afectadas junto con una nueva propuesta de servicios de la EMT. Qué duda cabe de que toda esta actuación es un paso más hacia un centro de València con un mayor nivel de reducción del vehículo particular y fomento del transporte público así como del andar, que es una de las mejores formas de desplazarse en entornos urbanos.

Ambas actuaciones, por su impacto, están teniendo un elevado nivel de respuesta ciudadana. En lo referente a la nueva terminal norte uno de los colectivos más beligerantes es Terra Crítica muy vinculado a Compromis. Una de las principales acusaciones de este colectivo es la «autarquía» del Puerto y su comportamiento «como si fuera el Vaticano» a pesar de que se hayan cumplido escrupulosamente todos los requisitos que exige la ley en un proceso de licitación y, en su caso, posterior adjudicación de la terminal. Por otra parte la imposición sin diálogo alguno por parte del concejal Grezzi de Compromis de un modelo determinado para el centro de València ha generado la denuncia en la mesa de movilidad del Ayuntamiento y una reclamación de 21 asociaciones del Centro solicitando a Grezzi la paralización de la remodelación hasta que se produzca «un proceso participativo real» con los más directos afectados.

En ambos casos aparece la figura del ingeniero Joan Olmos como asesor. En el primero solicita la paralización de la terminal, en el segundo le solicitan que paralice en lo que ha asesorado. Es decir «el paralizador paralizado». ¿Cómo se puede exigir a otros lo que tú no haces? ¿Se llama cinismo? ¿O es sencillamente falta de ética? Con razón dice la profesora Adela Cortina que la ética está de moda. Ahora sólo hay que aplicarla.

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