El contenedor marítimo supone una de las mayores revoluciones sociales de los últimos tiempos. Hasta hace unos 50 años que comenzó a usarse de modo global, sólo los ricos muy ricos se podían permitir comprar productos fabricados o producidos en otros países. Y el resto de la sociedad debía conformarse con los productos de proximidad que además eran muy limitados porque tampoco era barato ni fácil transportar materias primas de otros lugares para fabricar en local.

Aún en el día de hoy con los fletes marítimos a precios de récord, el transporte internacional sigue siendo muy barato gracias a la economía de escala que aplica el transporte marítimo y a la facilidad de manipulación de mercancías usando esas cajas metálicas llamadas contenedores.

En un contenedor de 20’ (de los pequeños) se pueden llevar 8.000 botellas de vino o 10.000 zapatillas deportivas, lo que supone que el precio del transporte por unidad es muy pequeño sobre el coste final del producto.

Gracias al contenedor también se consigue una función de equilibrar el desarrollo de los países a medio/largo plazo. Al ser tan económico transportar las mercancías entre países y continentes se tiende a fabricar en aquellos menos desarrollados en cuanto a costes y regulaciones laborales, pero con el efecto positivo que ese país o región va ganando potencial y con el tiempo mejoran esas condiciones. ¡Quién ha visto a la China de hace 20 años y a la de ahora! Aunque todavía quede por hacer, se ha avanzado mucho en facetas como riesgos laborales, horarios, salarios, etc. Otros países y continentes vendrán después de modo que con el tiempo todos nos vayamos igualando.

Pero este gran invento del contenedor todavía tiene un gran inconveniente pendiente de resolver: la logística inversa.

Y para explicarlo quiero poner como ejemplo los envases reciclables de vidrio que todos conocemos y con el que convivimos a diario.

Hace también aproximadamente 50 años que se comenzaron a reciclar los envases de vidrio en Europa, lo que abarató enormemente su logística inversa que consistía en recuperar los envases usados, almacenarlos, transportarlos, lavarlos y reutilizarlos.

El reto que he propuesto al hub de innovación abierta ‘OpenTop’ liderado por la Fundación ValenciaPort va precisamente en esa línea. Ya tenemos varias startups interesadas en este reto consistente en avanzar en nuevos materiales para la fabricación de contenedores que permitan la economía circular al reciclar 100% los mismos. De este modo se podrían solventar los inconvenientes actuales de la logística inversa como son las congestiones en puertos, desbalances de contenedores, tamaños de los barcos, necesidades crecientes en infraestructuras portuarias, emisiones de CO2 y por supuesto, el abaratamiento final del ciclo completo.

Almacenar y devolver a otro país un contenedor vacío que mide 6 metros de largo (el más pequeño) no es lo mismo que hacerlo con un botellín de cerveza…