Con la firma el pasado lunes del protocolo de integración en un Sistema Institucional de Protección (SIP) por parte de Caja Madrid, Bancaja, Caja Insular de Canarias, Caixa Laeitana, Caja Ávila, Caja Segovia y Caja Rioja se ha puesto al proceso de reestructuración de las entidades de ahorros un punto y aparte, porque nadie puede prever qué sucederá en las próximas semanas o meses si los mercados de capitales siguen cerrados para la banca española y la situación financiera, por tanto, continúa deteriorándose. En cualquier caso, este proceso ha terminado por ser un desastre sin paliativos para la Comunitat Valenciana, que ha visto cómo sus dos grandes entidades, la tercera y la cuarta en el ránking nacional, sucumbían y quedaban al albur de otras cajas. Entre las principales autonomías de España ninguna otra puede ofrecer un parte de guerra más cruento.

Las tres cajas vascas mantienen su autonomía. Cataluña, con diez entidades, ha cerrado su mercado internamente y sólo ha cedido la Caixa Laeitana, una de las de menor tamaño. Andalucía mantiene a sus dos grandes cajas -Unicaja y Cajasol (que ha absorbido a Caja Guadalajara)- y sólo ha perdido Cajasur, pero por la cerrazón de la Iglesia católica, que prefirió, como principal accionista de la misma, que la interviniera el Banco de España antes de caer en brazos de Unicaja. Castilla y León ha salvado de momento, con una fusión interna, a Caja España y Caja Duero, las mayores; el Círculo de Burgos sigue su camino y ya ha advertido a Ávila y Segovia que ejercerá su competencia de veto porque no le gusta que acaben absorbidas por Caja Madrid. Galicia, por último, ha resistido todas las presiones del Banco de España y del PP nacional y ha impuesto la unión entre Caixanova y Caixa Galicia.

El balance para la Comunitat Valenciana es ciertamente triste. La minúscula Caixa Ontinyent seguirá sola, pero está por ver por cuánto tiempo. Bancaja, la mayor, ha entrado en un SIP liderado en todos sus términos por Caja Madrid. Y Caja Mediterráneo (CAM) se ha sumado a otra fusión virtual con Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura donde la capitanía está en poder de los asturianos. Nadie con un mínimo conocimiento del sector duda de que las dos grandes cajas valencianas se han embarcado en proyectos que al final supondrán su desaparición parcial o total y, en consecuencia, la pérdida de dos sedes financieras, de las dos principales, porque si bien el Banco de Valencia sigue aquí controlado por Bancaja, no se puede poner la mano en el fuego sobre cuál será su futuro en un sector tan cambiante. Quienes quieren poner paños calientes a esta desventura apelan a la globalidad o al supuesto sentimiento aldeano de los críticos, pero hasta ahora nadie ha podido desmentir una verdad como un templo: que el dinero mueve el mundo y si no lo tienes no eres nadie.

El SIP ha sido una fórmula ideada por el Banco de España para vencer las resistencias de las autonomías a ceder plazas financieras. Un banco aglutina las grandes políticas financieras de los socios, que mantienen su independencia jurídica, sus marcas, sus órganos de gobierno y sus fundaciones. La trampa se halla en algunas de sus condiciones, como la obligatoriedad de estar en el proyecto al menos diez años y no abandonarlo a menos que se quiera recibir fuertes sanciones. Una década es tiempo suficiente para que esas uniones no se puedan ya romper y acaben por dar lugar a lo que las autonomías querían evitar: las fusiones de toda la vida, donde uno acaba absorbido por el más fuerte o el más listo. El propio presidente de Bancaja, José Luis Olivas, lo ha asumido esta semana: "El divorcio sería muy caro".

Dicho esto, teniendo en cuenta que en estos momentos se conoce parcialmente la letra pequeña de los proyectos en los que se han embarcado Bancaja y la CAM y que hay que tener en cuenta cuál será la evolución económica de la Comunitat Valenciana, todo indica que, de las dos cajas, la que ha salido peor parada en este proceso ha sido, aunque no por una distancia excesiva, la presidida por el más experimentado, el ex conseller de Economía, ex vicepresidente económico y ex presidente de la Generalitat, José Luis Olivas, quien tal vez sí esté muy satisfecho con la operación (o con cómo le ha ido a él, que será el vicepresidente ejecutivo del nuevo grupo). La CAM, que duplica en activos a Cajastur (incluida en ésta la adjudicada por el Banco de España tras su intervención Caja Castilla-La Mancha), no ha logrado la mayoría en los órganos de gobierno de la nueva entidad, pero está en igualdad de condiciones que los asturianos (40%). Es cierto que va a perder la sede, que se ubicará en un banco en Madrid, y que el consejero delegado será el presidente de Cajastur, Manuel Menéndez, pero ocupará la presidencia en la persona de su máximo mandatario, Modesto Crespo, y existen posibilidades de que su marca -CAM- se convierta en la del grupo. Un factor simbólico a tener en cuenta.

Por encima de todo eso, a la CAM le vendrá de maravilla que se imponga en su modelo de gestión el de los asturianos, cuya caja está saneada, es solvente y apenas está perjudicada por el sector inmobiliario. Pero, como aseguraba un conocedor de los SIP, la potencia económica del área de implantación histórica de la CAM es muy superior al de Asturias y sería lógico que, tras la crisis, esa realidad acabe instalándose también en el grupo, siempre y cuando, como apuntaba otro experto del sector, los condicionantes territoriales desaparezcan una vez superada la recesión y lo que se impongan sean entidades exclusivamente de ámbito nacional.

Bancaja, por su parte, no puede hablar en ningún caso en términos de igualdad con su gran socio. Siguiendo el paralelismo, si Cajastur, siendo más pequeña y la saneada, se ha impuesto a la CAM, y Bancaja, también menor, no lo ha hecho, es porque debe estar en una situación muy parecida a la de Caja Madrid, que, como todo el mundo sabe, no es precisamente de tirar cohetes. De lo contrario, habría logrado mayor peso en el grupo y no que la entidad presidida por Rodrigo Rato tenga la mayoría en todas partes: grupo (52% por un 37% de la valenciana) en el consejo de administración (11 a 6)... aunque, al igual que la CAM, haya pactado mayorías cualificadas para ciertas cuestiones estratégicas situadas en el 75%. Ese 52% y la ubicación de la sede operativa en Madrid -la que marca las estrategias y la cultura financiera de la entidad-, son un claro indicativo de que el temible equipo de Rato acabará por hacerse con el control absoluto, con la esperanza de que apliquen unos criterios de gestión radicalmente distintos de los que han regido a esa entidad en los últimos años y que, al parecer, no son muy diferentes de los de Bancaja. A modo de ejemplo, la entidad valenciana perderá total o parcialmente sus servicios centrales, que son el alma de una entidad, a favor de la madrileña, aunque algún valenciano figure entre los nuevos gestores.

Valencia albergará la sede social -pero los impuestos se pagarán en Madrid-, lo que no quiere decir absolutamente nada, más allá de que, de vez en cuando, el consejo de administración del grupo se traslade a la ciudad para celebrar sus reuniones. Bancaja sí ha conseguido la sede de una sociedad que agrupará a las principales participaciones empresariales del grupo, en el que figuran el 38% del Banco de Valencia, el 6% de Iberdrola o el 23% de Iberia. Es el mayor éxito, al menos por lo que ha trascendido, pero sobrevuela sobre él la gran incógnita de qué ocurrirá con esos paquetes accionariales si estas cajas se ven acuciadas a obtener mayor liquidez. ¿Irán poniéndolos en venta poco a poco?

Cuando la CAM eludió el abrazo del oso de Caja Madrid y se embarcó en frustradas negociaciones con Cajamurcia o la BBK que la condujeron en los brazos de Cajastur, fue común el tono jocoso en Valencia al referirse al destino de la entidad alicantina. Olivas vendía que Bancaja seguiría sola y que, de aliarse, sería para liderar la operación. Aliviados y con cierta malicia, los alicantinos, que ya habían puesto todas las trabas posibles a la fusión interna, no tardaron ni un día en avisar que ahora era la caja valenciana la que estaba en peligro de ser absorbida por la madrileña. Y no se equivocaron.

Los "errores estratégicos" de las

cajas de ahorros

Lo dijo con toda claridad el pasado miércoles el presidente de Caja Madrid, Rodrigo Rato: Las entidades de ahorros españolas cometieron en los últimos años "errores estratégicos" que ahora hay que corregir mediante la reducción de plantillas y el cierre de oficinas. Los datos, en este sentido, son incontestables. Desde 2001, el conjunto de los bancos ha recortado su número de trabajadores en más de ocho mil: desde 118.722 a 110.004. Las cajas, por contra, lo aumentaron en casi 27.000: desde 105.593 a 132.340. Esta divergencia es fruto también de la política comercial. Los bancos mantuvieron casi inalterable su cifra de oficinas (de 14.756 a 14.840), mientras que las cajas de ahorros crecieron en casi cinco mil: de 19.829 a 24.202. En este aumento, dos de las entidades más activas han sido Bancaja y Caja Mediterráneo, que han superado las mil sucursales, si bien la segunda ya estaba aplicando una política amplia de recortes antes de incorporarse al SIP que lidera Cajastur.