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Román Sanahuja, propietario de la inmobiliaria Sacresa y antiguo socio de Metrovacesa, se ha sumado a la lista de empresarios de la construcción que se han visto obligados, por las negativas circunstancias económicas, a deshacerse de dos símbolos de los tiempos de bonanza, dos jets privados "Gulfstream" -un G-200 de 14 plazas y un G-550 de 18-. Las deudas aprietan y la que fuera la tercera fortuna de España en plena burbuja inmobiliaria, con un patrimonio de más de cinco mil millones, ahora tiene sus empresas en concurso de acreedores. Sólo el Grupo Sacresa tiene una deuda estimada en más de dos mil seiscientos millones de euros.

Pero antes de que Sanahuja tomara la decisión de poner en venta sus dos jets, cuyo precio de compra rondó los 65 millones de euros, ya hubo otros "empresarios del ladrillo" que marcaron la senda. El más notable es Francisco Hernando, más conocido como el Pocero, ahora embarcado en proyectos inmobiliarios lejos de España. En 2004, en pleno desarrollo de lo que debería haber sido el complejo residencial de Seseña, Francisco Hernando puso los ojos en cuatro jets privados -dos "Lear 60", un "Challenger 604" y un "Global Express XRS", un modelo similar al de Bill Gates y al de Steven Spielberg-. Sin embargo, la llegada de los años malos en la construcción, obligó a El Pocero a sacar a la venta la mayor parte de su flotilla aérea y mantener sólo una de las cuatro aeronaves, eso sí, la más grande, la "Global Express".

Después de los tres jets, a mitad del presente año, también se quedó por el camino el que había sido el emblema del imperio: el yate "Clarena II", de 72 metros de eslora, por el que Francisco Hernando pagó en su día 60 millones de euros. Uno de los invitados que frecuentaban en su día el yate de El Pocero, era su amigo Eduardo Zaplana.

Otro de los damnificados por la crisis inmobiliaria ha sido el promotor y ex presidente del Valencia Juan Soler. A finales del año pasado, el conocido constructor valenciano se vio obligado a poner en venta su embarcación "Kirios" un yate del tipo Astaondoa 102 GLX, de 31 metros de eslora, adquirido en su día por alrededor de seis millones de euros.

Los problemas económicos derivados del desplome del sector de la construcción, que llevaron en esa época al Grupo Urbanas de Levante a una fase preconcursal, obligaron al promotor a deshacerse de la lujosa embarcación, a la que puso un precio, según las fuentes consultadas, de alrededor de cuatro millones de euros.