Víctor Romero

valencia

Fue en diciembre de 2009. Con la civilización inmersa en la crisis financiera global, mandatarios de 192 países se sentaron cara a cara en la Cumbre de Copenhague para intentar acordar recortes en las emisiones de gases de efecto invernadero. Fue imposible. Ninguna gran potencia se mostró dispuesta a frenar su crecimiento basado en los combustibles fósiles. Especialmente dura fue la posición de China, en la cresta de la ola de una revolución económica interna que está modificando todo el orden mundial de las relaciones comerciales y financieras. Ante el inmovilismo asiático y los temores de Estados Unidos, Copenhague pasará a la historia como la conferencia del fracaso, donde los intereses nacionales frustraron un gran acuerdo global para frenar el calentamiento del planeta.

A nadie le sorprendió. En cierto modo este tipo de fracasos forman parte de la conciencia colectiva abonada por pensadores ilustrados como Adam Smith o John Locke (inventores del liberalismo). Hace doscientos años confrontaron sus teoría al dogmatismo cristiano y su cultura de la resignación por la gracia de Dios. Concluyeron que el ser humano era mucho más autónomo y que podía dibujar su propio destino. El egoísmo, el utilitarismo y el progreso material constante e ilimitado se convirtieron en las nuevas claves de bóveda para sostener a la civilización occidental. Después vinieron los sistemas de equilibrios y contrapesos que dieron origen a las democracias liberales. Y así hasta hoy.

¿Es esta la narración de la historia de los últimos dos siglos? Para Jeremy Rifkin no. Nacido en 1943 en Denver (Estados Unidos) este sociólogo, economista, escritor y asesor político (los es de algunos presidentes de la UE, incluido José Luis Rodríguez Zapatero) Rifkin acaba de publicar el libro "La civilización empática" (Editorial Paidós) en la que aboga por construir una conciencia planetaria que revitalice la economía y frene la destrucción progresiva del planeta. Su tesis refuta la visión esencial del ser humano basada en el individualismo, el egoísmo y el utilitarismo. Recoge los nuevos descubrimientos científicos sobre neuronas-espejo y la capacidad del hombre para ponerse en el lugar del otro y traza una narración de la historia distinta, en la que la empatía es uno de los ejes conductores de la evolución de las civilizaciones de la Tierra. A partir de es "lente empática" concluye que el siglo XXI será del de la tercera revolución industrial, basada en la convergencia del nuevo uso de la energía y las nuevas tecnologías de la comunicación. "Si la naturaleza humana es como indicaban los filósofos ilustrados, probablemente estemos condenados", afirmaba Rifkin en un artículo publicado en El País. "Sin embargo, los últimos descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro y el desarrollo infantil nos obligan a repensar esos arraigados dogmas. Los biólogos y los neurocientíficos cognitivos están descubriendo neuronas espejo, llamadas a la empatía, que permiten a los seres humanos sentir y experimentar situaciones ajenas como si fueran propias. Parece que somos los animales más sociales y que buscamos interactuar amigablemente con nuestros congéneres".

Rifkin señala el declive de los Estados-nación, antaño protectores de la propiedad privada y el desarrollo material a costa del agotamiento de recursos, y apunta a la necesidad de dar un vuelco a la conciencia humana para darle una perspectiva global que desemboque en lo que denomina "política de la biosfera". La empatía, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro, de entender sus necesidades y hacerlas compatibles con las nuestras se perfila como el nuevo eje sobre que debe gravitar la nueva ética mundial. Rifkin cree que es posible entender el desarrollo desde la sostenibilidad, para preservar el planeta, y por tanto la supervivencia humana. En un ejercicio visionario augura que a lo largo de este siglo cientos de millones de personas transformarán sus viviendas en fuentes de energía renovable, que podrán almacenar e intercambiar a través de las redes sociales, tanto locales, como nacionales e internacionales.

El pensador que auguró el fin

del trabajo

Licenciado en Economía por la Escuela Wharton de Finanzas y Comercio de la Universidad de Pensilvania y en Relaciones Internacionales por la Fletcher School of Law And Diplomacy, Jeremy Rifkin se ha convertido en un pionero del análisis del futuro de la energía, la sostenibilidad del planeta y el impacto de las nuevas tecnologías en el mercado laboral. En 1995 publicó "El fin del trabajo", un superventas que plantea un escenario en el que la introducción de la tecnología aumenta la productividad pero tiene como consecuencia un alto desempleo estructural. Rifkin proponía medidas de compensación más allá de la flexibilidad laboral, como la reducción de jornada de trabajo, la potenciación de la economía social o tercer sector y la puesta en marcha de una renta básica. Fue asesor político de Al Gore en la presidencia de Bill Clinton en Estados Unidos y está muy concienciado sobre la necesidad de luchar contra el cambio climático.