La intervención del Banco de Valencia, oficializada ayer tarde por el Banco de España, pone fin a la estructura del último y más antiguo emblema del sistema financiero valenciano, nacido hace casi 112 años con un capital de diez millones de pesetas dividido en veinte mil acciones de quinientas pesetas.

Fue constituido el 20 de marzo de 1900, cuando esta ciudad contaba con una población de unos 200.000 habitantes, y su primer presidente fue el asturiano José Tartiere, conde de Santa Bárbara de Lugones, según consta en la obra "Cien años de vida en el Banco de Valencia", publicado por esta entidad en el año 2000.

Nació en un ámbito de acción financiera en el que solo trabajaban algunas pequeñas entidades de esta tierra -Aznar y Roglá o Juan Bautista entre ellas-, y su primera etapa estuvo ligada principalmente a las fluctuaciones del mercado arrocero.

En 1927, en pleno proceso global de reestructuración bancaria, pasó a manos de accionistas valencianos, y Vicente Noguera, un joven emprendedor ajeno a las grandes familias de banqueros, fue nombrado presidente del Consejo de Administración, que decidió ampliar su capital social a cincuenta millones de pesetas.

Desde entonces progresó como motor del desarrollo y social de esta región e inició un proceso de expansión que se inició con una primera oficina en San Sebastián.

A finales de la década de los 80, el banco alcanzó una cifra cercana de 230 oficinas, y en la de los 90, en la que pasó a ser una filial de Bancaja, adquirió el Banco de Murcia.

En la pasada década aumentó su expansión superando las 350 oficinas, y en 2004 el expresidente de la Generalitat José Luis Olivas asumió la dirección de la entidad, un cargo al que renunció voluntariamente el pasado 28 de octubre.

En el primer trimestre de este año poseía unos activos de 24.584 millones de euros, presentando un beneficio neto superior a los 14 millones de euros, y su accionista principal, hasta ayer, era Bankia, el grupo formado Bancaja -también presidida por Olivas- y Cajamadrid, entre otras.

Todo este siglo de tradición e ingeniería financiera comenzó a tambalearse el pasado 7 de noviembre, cuando la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) decidió suspender su cotización antes de la apertura de los mercados por un posible agujero de 600 millones de euros.

Horas más tarde se levantó esta suspensión y Banco de Valencia volvió a negociar sus títulos en la Bolsa española, donde registró una caída del 5,75 por ciento.

Ayer quedó escrito el que tal vez sea el último capítulo de esta entidad, concebida en su formato tradicional. El Banco de España anunció su intervención mediante la sustitución de sus administradores por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), que aportará a la entidad 1.000 millones de euros en capital y hasta 2.000 en créditos.

Con ello se diluye el futuro del último bastión del sistema bancario regional -la CAM también se encuentra intervenida-, forjado durante más de un siglo de finanzas y fuertemente arraigado en la sociedad valenciana.