Después de que en marzo del año pasado el presidente de Mercadona, Juan Roig, lanzara un augurio que funestamente se está empezando a cumplir no fueron pocos los que, sobre todo en privado, se le lanzaran al cuello para reprocharle sus palabras de desaliento. El gran patrono valenciano afirmó que «la crisis no ha acabado», que «lo peor está por llegar» y que «2011 tiene una cosa buena: que es mejor que 2012». Hay que admitir el olfato de Roig —seguramente por eso Mercadona es la primera cadena española de supermercados—, porque su pronóstico lo efectuó en un momento en que pocos imaginaban la deriva que iba a tener el año y el legado que nos iba a dejar para 2012 y seguramente varios de los siguientes ejercicios.

Por aquel entonces había una sensación más o menos general de que, aunque demasiado lentamente, la recuperación estaba más cerca que lejos y eso que los problemas acechaban a un lado y otro del camino. Pero el verano fue demoledor al recrudecerse la crisis del euro y no conseguir los líderes europeos poner freno a la escalada de la deuda. Grecia se acercó peligrosamente al impago. Italia entró en tromba en la crisis y su prima de riesgo se disparó, al igual que la española. El euro estuvo a punto de romperse. Los mercados financieros se cerraron de nuevo como cuando hace más de tres años quebró Lehman Brothers. El corazón europeo, es decir, Alemania, impuso la austeridad en las cuentas públicas. Conforme se acercaba el final de año, todo este cúmulo de factores iba anticipando la llegada de un fantasma que las estadísticas corroborarán en los próximos meses: la segunda recesión de la gran recesión. Eso es lo que le espera a España, la mayor parte de los países europeos y, tal vez, a Estados Unidos, en los próximos meses. Con un problema fundamental: los Estados, las empresas y las familias que no han sucumbido a la primera etapa de esta gran crisis económica afrontan la recaída sin aliento.

Los empresarios y expertos del ámbito universitario consultados no dudan de que estamos instalados en otra recesión y, si hace no mucho tiempo había una cierta coincidencia en que el punto de inflexión estaría en el final del primer semestre, la impresión ahora, tras conocerse el duro ajuste del nuevo Gobierno central y las serias dificultades para financiarse de la Generalitat, es que nadie quiere aventurar plazos concretos.

El debate de la austeridad

Pese a todo, el presidente de la patronal autonómica Cierval, José Vicente González, considera que los seis primeros meses del año «van a ser muy complicados», pero puntualiza que todo dependerá de que se «resuelva la financiación», que es el factor de origen de la crisis y cuyo recrudecimiento está paralizando a empresas, familias y administraciones públicas. El dirigente patronal, por otro lado, puso sobre la mesa el debate académico que prima en este momento y que versa sobre la conveniencia de la política de austeridad para reducir el déficit público que Alemania ha impuesto a toda Europa. El Nobel de Economía Paul Krugman ha recordado estos días las enseñanzas de Keynes, quien abogó por las políticas expansivas públicas para hacer frente a las recesiones, y el desastre que supuso en 1937 la decisión del presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, de poner freno a la inversión desde el Estado, dado que provocó una recaída en la recesión. Krugman dice que Keynes tenía razón y los hechos actuales así lo muestran, si tomamos en consideración la evidencia de que Europa —con España a la cabeza— ha vuelto a hundirse a partir del momento en que se suprimieron los planes de estímulo y proliferaron los recortes.

El catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València, Joaquín Maudos, considera que la política de austeridad es negativa a corto plazo porque genera recesión y paro, pero, «si los mercados te lo reconocen y te financias más barato, a medio plazo es beneficiosa. El problema es que no sabemos cuál es el efecto neto: el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, cree que es negativo, pero otros dicen que no». El catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universitat de València, Javier Andrés, que no duda en asegurar que todo el año 2012 «será malo», considera que la austeridad es «necesaria». A diferencia de otros, que aseguran que la expansión del déficit es la mejor forma de crecer, crear empleo y en consecuencia generar recursos que luego reduzcan el propio déficit y la deuda, Andrés afirma que el citado «es un efecto que está por ver» y que en cualquier caso tendría que venir de un «déficit muy alto», lo que ahora es imposible porque no hay quien lo financie. «Solo hay un camino, el que nos marca la UE y lo que hay que esperar es que se acierte», afirma. En su opinión, a pesar de que en los próximos trimestres «primarán los efectos negativos», esta fase debe ser aprovechada por el Gobierno para lanzar las reformas —laboral y financiera, ya anunciadas para el trimestre— «que luego nos ayuden a crecer». Andrés considera que este año no habrá tiempo suficiente para ver el impacto de esas reformas, así que «no se creará empleo neto».

José Vicente González, desde la óptica empresarial, opina que los recortes «están muy bien» y que hay que aprovechar la coyuntura para «cortar los abusos del Estado de bienestar», pero considera que «no basta con eso». A su parecer, «falta la otra mitad, que son las políticas de crecimiento. ¿Por qué no puede ser el déficit del 4 %?». El dirigente patronal considera que «el empleo va a ir muy mal durante el primer semestre del año», en el que es bien previsible que engrosen las listas del paro muchos trabajadores públicos y empleados de empresas privadas que sucumban a la nueva recesión. Por ello aboga por introducir fórmulas como los tan criticados miniempleos. Según afirma, la reforma laboral «es indispensable para cuando venga la recuperación, pero hay que tener en cuenta que ahora los empresarios no van a contratar porque no hay trabajo». No menos optimismo se deriva del comercio exterior, que había sido la tabla de salvación hasta ahora de muchas empresas. Las exportaciones cambiaron «radicalmente» a partir de septiembre y la previsión es que tarden en mejorar, dado que «Europa, donde están nuestros clientes, se encamina a la recesión».

Desde el punto de vista sectorial, el funeral va por barrios. Así, el presidente de la federación agroalimentaria, Federico Félix, asegura que el sector, un valor seguro, porque todo el mundo tiene que comer, ve con preocupación 2012, pero también con la esperanza de seguir la dinámica de 2011 y que se mantenga el empleo. Para el presidente del metal, Vicente Lafuente, «el año va a ser muy duro, con la demanda interna por los suelos, sin acceso al crédito, con la exportación frenada y la expectativa de cierre de empresas y concursos», porque las mercantiles «ya no tienen margen de maniobra».