La Fiscalía acusa al abogado Emili Cuatrecasas, socio principal del bufete que lleva su nombre, de crear un entramado para defraudar a Hacienda hace veinte años, pero sólo va a actuar por los ejercicios fiscales a partir de 2006 porque el resto ya han prescrito. Un juez ha citado como imputado a Cuatrecasas y su exesposa por diez delitos fiscales, como ayer informó este periódico.

El abogado presuntamente defraudó casi cuatro millones de euros en 2006, 2007 y 2008 a través de un "sofisticado artificio negocial creado en 1991 dirigido a camuflar frente a la hacienda pública la renta e impuestos obtenidos en diferentes ejercicios", según recoge la querella interpuesta por el fiscal jefe de Delitos Económicos, Francisco Bañeres. Vinculó supuestamente como gastos de su actividad empresarial lo que en realidad eran gastos familiares de carácter privado como varias viviendas, un barco de recreo, mobiliario, personal de servicio y viajes, entre otros.

El escrito del fiscal recoge que el abogado creó "una sucesión de negocios simulados" con los que presuntamente consiguió deducciones en la contabilidad de la sociedad evitando la tributación de IRPF y además, mediante el entramado de sociedades, evitó pagar el Impuesto sobre el patrimonio.

Cuatrecasas dirigía Emesa, S. L., que era de su propiedad aunque no de manera directa: su capital social pertenecía por entero a la sociedad suiza BC Property que, a su vez, pertenecía a Union CB, S. L., de nacionalidad española pero ninguna de las dos realizó "actividad económica de ninguna clase", según el fiscal.

Las acciones de Union CB pertenecían al querellado; a su esposa, Mercedes Barceló, médico de profesión; y a las tres hijas comunes hasta que, el 27 de julio de 2007, al divorciarse, pasaron por entero a Emili Cuatrecasas.

Para eludir el pago de impuestos, Cuatrecasas incluía en el patrimonio de Emesa todos los bienes de uso y disfrute personal y familiar, y a continuación fingía que él mismo los alquilaba a la empresa. Aprovechando que las actividades comerciales de Emesa eran tan dispares como la hostelería, el alquiler de coches, embarcaciones o mobiliario, simuló que alquilaba él mismo diferentes bienes previamente adquiridos por la empresa que "los destinaba a su exclusivo uso personal". Las cláusulas de los contratos de alquiler de las viviendas y el barco son "absolutamente inusuales": Emesa como arrendador se compromete a satisfacer sin límite previo toda clase de gastos y, en el caso de la embarcación, incluso pagar a la tripulación, mantener el buque y llenar el depósito de combustible.